José Antonio Álvarez Gundín
La orla de los asesinos
Una foto de grupo es, antes que nada, un acto de reafirmación colectiva, la reivindicación de una identidad compartida en la que el individuo se disuelve en aras del imaginario común. Cuando la foto es de un grupo de terroristas, con más de 300 muertos a sus espaldas, lo que se inmortaliza es a un pelotón de ejecución posando para la posteridad una vez terminada la faena o alcanzada la jubilación. Es la orla siniestra de un elenco de asesinos. La imagen infame de la promoción. El retrato de la jauría que tras haber despedazado a los vivos aspira a rematar a los muertos. Eso es, exactamente, lo que captaron las cámaras el pasado sábado en el matadero de Durango, el posado de unos zombis patibularios que planean culminar sus biografías a dentelladas.
Pero lo inaudito no es que los pistoleros quieran retratarse como una banda heroica para completar el álbum familiar que legarán a sus deudos, sino que un Estado de Derecho se lo permita como si se tratara de un club gastronómico. Grave error. La disolución de ETA, su rendición, es un objetivo que cuanto antes se certifique, mejor. Pero tan importante como el «cuándo» es el «cómo», la forma en que la banda desaparece y cómo sus terroristas pasan a la irreversible condición de vencidos. Que quede claro, no se trata de acordar un ERE por reajuste del negocio ni pactar una jubilación anticipada, sino de una derrota en toda regla como exigencia moral para reafirmar la superioridad del sistema democrático sobre los pistoleros. No es un asunto personal, sólo de dignidad democrática. Administrar el «cómo» de esta liquidación por derribo le corresponde a los tribunales, en especial a la Audiencia Nacional. Cuenta con excelentes jueces y magníficos fiscales, curtidos por mil amenazas, pero de un tiempo a esta parte el tribunal parece aquejado de ansiedad, sufre agitaciones espasmódicas y algunas de sus decisiones pecan de apresuradas, como si estuviera atrapado entre la espada y la Parot. Por ejemplo, en el «caso Bolinaga». O en la aplicación frenética de la sentencia de Estrasburgo. O en la liberalidad con la que autoriza actos humillantes para las víctimas. La Audiencia ha sido una institución esencial para la derrota de los terroristas, pero si renuncia a culminar la empresa con coraje e inteligencia, escribiendo ella misma el final de la historia, será ETA quien lo haga para legitimar su existencia, para demostrar que el tiro en la nuca no fue en balde y para cerrar 50 años de barbarie sin vencedores ni vencidos. Y detrás de la orla de Durango vendrán otras de las promociones siguientes destinadas a decorar las paredes de las herriko tabernas.
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