Reyes Monforte
La perrunilla
Hay cosas tan antiguas que más que indignación o sorpresa, provocan risa. Tanto o más que las virguerías semánticas que algunos inventan para renombrar conceptos como la caravana de mujeres , utilizando términos como «convivencia» o «repoblación rural». Se llame como se llame, siempre hay lío. Unos dicen que atenta contra la dignidad de la mujer y otros que no se obliga a nadie a hacer algo que no quiera. ¡Sólo faltaba! Estarían engrosando la sección de Sucesos y no la de Sociedad.
De todas maneras, no nos engañemos ni nos rasguemos las vestiduras antes de tiempo. Igual que dos no riñen si uno no quiere, esta caravana de mujeres tiene dos protagonistas: las señoras que deciden ir y los señores que deciden recibirlas. Y tanto unas como otros tienen la edad suficiente para disponer por ellos mismos. Cada uno se divierte, se enamora, se aburre o se decepciona como le parece oportuno, siempre dentro de la ley. Pero Extremadura ofrece mil y un paraísos a los que abandonarse y de los que disfrutar sin mediar caravanas absurdas. Estos días tengo la suerte de disfrutar, gracias a mis grandes amigos Valentín Paredes y Agustín Trialasos, de un precioso lugar llamado Villanueva de la Vera, en Cáceres, un lujo para los sentidos y donde las únicas caravanas son las de la buena mesa, las buenas vistas, la buena compañía de su gente y, por qué no decirlo, la de sus exquisitas perrunillas. Extremadura, Mérida y Villanueva de la Vera ofrecen mucho más y merecen salir en la prensa por lo que en realidad son, y no por los que algunos quieren que sea. Anímense, mejor darle a la perrunilla que a la caravana.
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