Economía
La piel muy fina
Uno de los campos de análisis de la ciencia económica investiga el comportamiento de las organizaciones y, dentro de él, tiene especial interés el estudio de la alineación de intereses de los directivos y de la propia organización.
En un mundo capitalista, la gestión empresarial no tiene por qué coincidir con la propiedad el conflicto se produce cuando el Ejecutivo tiene que tomar una decisión buena para la empresa pero mala para él personalmente. El ejemplo de manual es el caso de determinadas fusiones empresariales, pero desde luego, podemos mostrar un elenco de casuística de la no alineación de objetivos múltiples.
Un caso llamativo de objetivos dispares lo venimos presenciando desde hace algún tiempo con el presidente ejecutivo de un importante grupo de comunicación. Los medios de comunicación tienen como objetivo informar y esta tarea deben compatibilizarla con su línea editorial respectiva, que encarna una opción ideológica determinada que no tiene por qué encasillarse con un determinado partido político.
El problema viene cuando un medio abandona su principal objetivo, el informativo, para convertirse en una plataforma instrumental de quien lo dirige, ya sea para fortalecer la posición de poder fáctico, bien en la esfera política partidista o de gobierno, o en la esfera empresarial.
La controvertida gestión económica del señor Juan Luis Cebrián al frente del grupo Prisa se ha visto aderezada en diversas ocasiones por la utilización del diario «El País» en la defensa de los intereses del presidente del periódico. La más que cuestionable trayectoria empresarial del grupo desde la muerte de su fundador ha venido plagada de numerosas crisis y dificultades económicas. Incluida la búsqueda desesperada de inversores que, a día de hoy, hace realmente difícil desentrañar la densa y opaca red de fondos de inversión y bancos propietarios del accionariado.
Hitos de la mala gestión económica que han repercutido severamente en el prestigio de los medios propiedad del grupo han sido los despidos de trabajadores del diario «El País» y la cadena SER. Los empleados han llegado, en alguna ocasión, a reprobar a su primer director, el señor Juan Luis Cebrián.
Juan Gil, durante años presidente del Comité Sindical de Prisa, reprochó a Cebrián que haya diluido el espíritu fundacional de la empresa hasta dejarla irreconocible. Con la frase «Si esto fuera una piscina, no cabrían las lágrimas de esas personas», cerró su intervención en la última junta de accionistas.
Que el diario «El País» ha perdido pulso y relevancia lo pone de manifiesto el hecho de que quién informa de la exclusiva internacional más relevante de los últimos tiempos, los papeles de Panamá, es la cadena de televisión La Sexta y diario on-line El Confidencial. Esto evidencia, aún más, la pérdida de fuelle del que hace años fue diario de referencia internacional.
Pero lo que se hace totalmente incomprensible es la reacción del grupo ante la información referida al señor Cebrián publicada en los medios propietarios de la documentación exclusiva.
No es ni mucho menos la primera vez que el periódico «El País» dedica una parte de su espacio a atacar a los enemigos del Grupo Prisa. Durante las conocidas como «Guerras del fútbol», fueron abundantes las críticas dedicadas a sus rivales, en especial al señor Jaume Roures, de quien, en vísperas de la resolución de un litigio en el que Prisa y Mediapro se jugaban 300 millones de euros, el rotativo generalista denunció su presencia en varios paraísos fiscales. Lo que resulta sorprendente es que, en esta ocasión, ni siquiera se trata de los intereses económicos del grupo Pisa, cuestión ya criticable éticamente, sino que directamente hablamos de los de una persona que usa su poder para cambiar portadas y despedir a profesionales que participan en tertulias del porte del señor Ignacio Escolar y del señor José Antonio Zarzalejos.
El señor Juan Luis Cebrián argumenta que quiere defender su honorabilidad, pero quizá lo que busca es defender su permanencia al frente del grupo de comunicación. Su mala gestión, sumada a un escándalo como éste, sin duda, le indica el camino de salida.
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