Restringido

La polémica de Valladolid

La sociedad política española del siglo XVI se formó en torno a la idea de unidad, siguiendo una orientación humanista, cuyo paradigma se encuentra en la obra de Juan Luis Vives «De Disciplinis», en el trauma castellano de las Comunidades y de las Hermandades Valencianas que dieron aliento a la obra del fraile trinitario Alonso de Castrillo, con la afirmación radical de la libertad natural del hombre. Con el Descubrimiento y Fundación en América de Reinos y ciudades acontece un interesante fenómeno de alteridad: dos culturas en distinto grado de desarrollo, diferentes tradiciones, disímiles funciones antropológicas, tendentes a la integración como fue definida precisamente a finales del siglo XVI por José de Acosta, S.I., en su «Historia Natural y Moral de las Indias», publicada en Sevilla (1590) y precedida de «De Procuranda Indorum Salute».

La discusión acerca de las consecuencias de esta alteridad se aprecia, incluso, en la mutua cesión de ideas y temas teológicos, como bien ha demostrado el profesor de Historia de la Universidad «Francisco de Vitoria» Javier Gómez Díez. La polémica más destacada en el siglo XVI fue la que por deseo del emperador Carlos V para su propia información tuvo lugar en Valladolid, entre dos personajes completamente distintos en formación, acreción y razón, en la etapa secular a la que nos venimos refiriendo: el humanista Juan Ginés de Sepúlveda (1489-1573) y el dominico fray Bartolomé de Las Casas (1474-1566).

En el mismo momento del Descubrimiento acontece el fenómeno de la alteridad como dialéctica de confrontación iberoindígena, de la que resulta antropológicamente la confrontación: la asimilación de grupos sanguíneos (mestizaje); religiosamente, una nueva civilización; socialmente, un nuevo sistema familiar, vital y económico.

Los dos personajes que intervienen en la polémica son completamente diferentes. Juan Ginés de Sepúlveda se formó como humanista en Italia, becado por el cardenal Cisneros en San Clemente de Bolonia, tras haber estudiado en Córdoba, Alcalá y Sigüenza. En Roma, bajo mecenazgo del Papa Clemente VII, se forjó el pensamiento moral de Sepúlveda, resolviendo el conflicto entre magnanimidad y humildad, con la afirmación de que la humildad es la posibilidad del magnánimo para prescindir, incluso, de la gloria. Fue encargado de las críticas negociaciones entre Clemente VII y Carlos V, la «Crónica» de los primeros años de Felipe II y su gran obra americana «De rebus Hispanorum gestis ad Novum Orbem». La proximidad a Carlos V y su estancia en la Corte le permitió conocer y tratar a muchas ilustres personas, debido a la gran confianza de Estado, en política, milicia y cultura, que le dio el Emperador para intervenir como consejero en cuestiones de altas relaciones internacionales. Bartolomé de Las Casas (Sevilla, 1474-Madrid, 1566) es un auténtico vértigo. En 1500, en Granada, colaboró en sofocar la rebelión de los moriscos; dos años después viajó a La Española, participó en la explotación de las minas de oro de Haina y Cibao: tomó parte en campañas bélicas contra indígenas en varias regiones y como propietario de una hacienda en Janique. En 1506 viajó a Sevilla para ordenarse sacerdote y en 1512 viajó de nuevo a Cuba como sacerdote y cultivador de la hacienda de Canarreo. En 1514 renuncia a los indios de su repartimiento por razones de conciencia. Segundo viaje a España para denunciar ante la Corona la situación en las islas del Caribe y se entrevistó en Plasencia con el Rey Fernando; denuncia ante el canciller de Carlos V e inicia una intensa gestión en este sentido, con viajes por diversas regiones indianas. Interviene activamente en la elaboración de Barcelona de las Leyes Nuevas (1542); publica obras de gran exageración en destacar actos de crueldad de los españoles en su actuación americana y pone los cimientos para la elaboración de la Leyenda Negra hispanoamericana. Su actividad es desbordante y las controversias y acusaciones que creó han seguido vivas hasta el momento presente; la obsesión por una sola idea le embargó su mente durante treinta años de su vida.

Son dos personas las que polemizan en 1550 en Valladolid, pero dos modos completamente distintos de comprender la realidad de lo que ocurrió en América; dos puntos de vista diferentes sobre el indio y el conquistador, dos juicios morales distintos; incomparables, pues. No es lo mismo comprender que enjuiciar desde el estudio analítico o desde la praxis en la que se quiere insistir. Existe un abismo en la formación intelectual y la escuela que sigue cada uno. Será conveniente insistir en otra oportunidad. Merece la pena para apreciar la diversidad social en la época.