Alfonso Ussía
La rana optimista
El viejo cuento de la rana que no se enteraba de nada ni se daba por aludida. Fiesta de los animales. Su Majestad el león los reúne a todos en un claro del bosque. «Hoy es nuestra fiesta. Prohibido atacar y cazar a los de otras especies. Es nuestra jornada de armonía». La ranita expresa su júbilo: «¡Que ilusión me hace esta jornada de armonía!». El león mira con desprecio a la rana y prosigue: «Comeremos los frutos del bosque y beberemos los jugos fermentados del árbol borracho. Y todos, al unísono, nos emborracharemos». La ranita expresa su alegría: «¡Qué divertido lo vamos a pasar!». El león mira con desdén y asco a la rana y prosigue: «Y con los efluvios del alcohol, los animales nos juntaremos los unos con los otros, y disfrutaremos de una orgía apasionante, búfalos con elefantes, leones con gacelas, leopardos con rinocerontes. Todos con todos, menos un bichejo asqueroso, verde, viscoso, con los ojos saltones y»... La ranita entusiasmada: «¡Qué faena le van a hacer al pobre cocodrilo!». El viejo cuento de la rana que no se enteraba de nada ni se daba por aludida.
Me ha recordado a la ranita optimista mi apreciado Alfredo Pérez de Rubalcaba en el Congreso del PSOE andaluz celebrado en Granada. Allí, sin mencionarlo –como el león con la ranita–, se le ha dicho de todo. Allí se le ha recordado que sus tiempos han llegado al final y que urge el cambio. Que su generación es de ayeres y no de mañanas. Que urge la convocatoria de un Congreso nacional para elegir a los nuevos dirigentes. Y Rubalcaba, como la ranita, sin enterarse del nudo de los argumentos y el objetivo del desenlace. Oídos sordos. Así que le llegó el turno a la ranita. Y mientras los congresistas lanzaban miradas de coba indisimulada a Susana Díaz y Carmen Chacón, mi apreciado Rubalcaba alcanzó los predios microfónicos para anunciar y remachar que seguirá al frente del PSOE el tiempo que él, y no el PSOE, considere necesario para alcanzar una mayoría de izquierdas que haga trizas el proyecto del Partido Popular. Se entera de tan pocas cosas, que aún cree que el Partido Popular cuenta con un proyecto definido. Al término de su alocución fue clamorosamente aplaudido por Elena Valenciano mientras Susana Díaz y Carmen Chacón chicoleaban con sonriente coquetería.
El optimista –aún más que la ranita– marqués de Frosson acudió a la consulta del doctor Grigny, famoso cirujano. El doctor no se anduvo por las ramas. «Querido marqués, su enfermedad no admite intervención quirúrgica. Ha venido a verme demasiado tarde». El marqués, sonriente, le abrazó con efusividad y gratitud. «Gracias, doctor. Le llamará mi secretario para fijar día y hora. Será un honor para mí que sea usted el que me opere». El doctor Grigny le repitió su diagnóstico. «Ya es tarde. Le quedan muy pocas semanas de vida. La única terapia que puede hacerle bien es la paliativa». «De acuerdo, doctor, el 17 de marzo a las nueve de la mañana me pongo en sus manos». Y el marqués de Frosson, después de abandonar la consulta, llamó a su mujer. «Nada "mon petit lapin", que tengo unas piedras y el doctor me las extirpa el 17 de marzo. Menudo peso me he quitado de encima».
Como bien intuía el doctor Grigny, el marqués de Frosson falleció una semana más tarde. En plena agonía le susurró a Robinard, su hombre de confianza: «Acuerda una cita con la condesa de Pont Levéque el domingo a las 11 en el templete de los cisnes. Y dile que es para echar un polvete».
Frosson supo de su muerte durante su entierro. Como la ranita de Rubalcaba.
✕
Accede a tu cuenta para comentar