Fútbol
La rana y el príncipe
El talento hay que abonarlo, con disciplina, método, entrenamiento, trabajo y sacrificio. En los años salvajes del ciclismo más de un burro pensaba que consumiendo tal o cual producto terminaría siendo un purasangre. Imposible. Los habituales del podio –excluyamos a Armstrong– hubiesen ganado lo mismo con el pelotón limpio; el tramposo que tocó el cielo lo alcanzó de manera tan esporádica que, según fue coronado, desapareció; alguno escapó de los controles porque eran menos severos y la lista de productos prohibidos, menos extensa. Conclusión, los mejores no lo son por casualidad ni las ayudas extraordinarias transforman a la rana en príncipe.
Hay deportistas que explotan sus condiciones naturales para triunfar. El patinador Javier Fernández es ejemplo de eso y de superación abonada con entrenamientos agotadores. De Casillas se decía que no se entrenaba lo suficiente y, sin embargo, fue el mejor portero del mundo. Y no por casualidad. Oblak sigue las huellas de Casillas. Es imprescindible para Simeone y uno de los mejores cancerberos del mundo. Si parara penaltis, este príncipe de los tres palos no vería jamás el morro de la rana.
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