Andrés Sánchez Magro
La resistencia de la libertad
El otro día cogí un taxi para disfrutar de la «rentrée» de la capital donostiarra y el profesional del volante, con la tradicional sabiduría marca de la casa, me comentaba que mientras siga yendo gente a la plaza de toros, éstos nunca desaparecerán. De hecho, en los aledaños del coso de Illumbe el único vestigio antitaurino era el de una decena de jóvenes leyendo unos libros como muestra de protesta. Hoy vivimos una oleada de repulsa al hecho taurino que muchos medios de comunicación se están encargando de magnificar. Ajustada esta corriente por algunos políticos oportunistas que, como no encuentran una política fuerte y una alternativa distinta en la gestión de lo público a los partidos tradicionales, enganchan con el animalismo como bandera de distinción. Por no olvidar el deplorable espectáculo que las redes sociales, paradigma de la libertad pero también del insulto, han ofrecido con la reciente cogida de Rivera Ordóñez en Huesca, deseándole al diestro una muerte, y todas las penas del infierno por el hecho de vestirse de torero.
Desde que abrió el telón la temporada han existido noticias positivas para los taurinos, pues poco a poco ha mejorado la asistencia y hay una punta de juventud que se interesa por la tauromaquia. Lo elocuente y estimulante nuevamente viene de Francia, donde no deja de asistir un público entendido, elegante y culto a los toros y merece el apoyo de políticos locales que no se tapan, asociaciones populares e incluso del primer ministro galo, Manuel Valls. No es extraño que el diestro francés Sebastián Castella, absolutamente arraigado entre nosotros, haya roto una lanza mediante una emotiva y contundente carta en defensa del toreo que divulgaron los principales rotativos.
El brindis de Morante de la Puebla a Castella en la Feria de Gijón por esta defensa que ha hecho el bueno y templado espada francés simboliza la necesidad de unión de los actores de este espectáculo de transfondo cultural. Máxime cuando el sevillano ha sufrido una intolerable campaña de un bufón antitaurino de origen holandés al que ha dado por asaltar, frente a la pasividad policial, los ruedos donde toreaba Morante.
Saludemos las buenas noticias, aplaudamos que la gente vuelva a la plaza, como el afortunado lleno del Domingo de Ramos madrileño, pero la fiesta tiene que pensar en su mejora. Bochornosos espectáculos como la feria malagueña con el empresario Cutiño al frente deben abandonarse si queremos recuperar el encanto, el glamour y el ambiente culto que debe presidir la tauromaquia. Si no, toros impresentables, carteles repetidos y espectáculos bostezantes echarán lentamente a los que todavía amamos el viejo arte de Cúchares.
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