Literatura

Alfonso Ussía

La revisita

La Razón
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Ha escrito el poeta Luis Antonio de Villena de Agustín de Foxá. Un magnífico texto. Foxá revisitado, con motivo de la reedición que Renacimiento ha hecho de su novela más significativa, «Madrid de Corte a Cheka», para mí la más bordada narración del final de la Monarquía de Alfonso XIII, el principio de la Segunda República, la llegada del «terror rojo» y el primer año de la Guerra Civil. Parcial, pero asombrosa. Foxá era contradictorio. Falangista eventual, autor del «Cara al Sol» y monárquico melancólico de la estética perdida. Sus dos grandes obras de teatro, «Cui-Pin-Sing» y «Baile en Capitanía», duermen a la espera de otra revisita. Estrenó otras de menor interés, «Gente que pasa» entre ellas, escrita en colaboración con José Vicente Puente, que imitaba a Foxá y no podía. Puente llevaba el negocio familiar de camas, y Foxá, en época de distanciamiento, le endilgó esta quintilla: «Es cursi, y se cree Osuna;/ escribe sin gracia alguna,/ destroza honores y famas/, y es fabricante de camas/ aunque carezca de cuna». En «Baile en Capitanía» escrita en verso, ceñido a los octosílabos del romance, Foxá se decanta por la belleza macha del carlismo frente al dibujo liberal. Y en «Madrid de Corte a Cheka» se desparrama en su prosa cuidada y prodigiosa, bruida y resonante, retratando aquel Madrid cambiante, sangriento, perdido y soñado. En el verso era menos cuidadoso, y si había que meter un dodecasílabo entre endecasílabos, lo hacía a capricho, pero nos dejó su «Melancolía del Desaparecer», esa maravilla en la antesala de la muerte, y su «Romance al Rey Muerto» en Roma, donde recupera sus raíces monárquicas. «En el cuarto de un hotel/ está muerto el Rey de España/ con el manto de la Virgen/ y la Cruz de Calatrava».

Villena analiza y mide, y no se deja llevar por atajos ideológicos. Recuerda al Foxá falangista que define a una centuria del Frente de Juventudes: «Cien niños vestidos de gilipollas mandados por un gilipollas vestido de niño». Foxá era irreverente y libre. Siendo diplomático, al referirse a Don Juan, lo hacía como «El Rey», y le dieron más de un rapapolvos. Su ministro, Alberto Martín Artajo,devoto creyente hasta la exageración, invitó a cenar a un grupo de diplomáticos. Era estricto en el horario, y a las once en punto, se incorporó, se disculpó y se marchó. Foxá se lo explicó a sus compañeros. «Es que Alberto, a estas horas, siempre se va de curas».

El anecdotario de Foxá, propio y atribuido, es tan ingenioso como extenso. De vuelta de Canadá: «El canadiense se distingue del resto de los humanos en que es el único capaz de hacer el amor sobre una canoa». Formidables sus textos americanos, casi todos publicados en ABC, «Desde la Otra Orilla». Acusado de clasista y de derechas –estúpida acusación que aún impera en nuestros días–, Foxá lo aceptó con toda naturalidad: «Soy conde, soy diplomático, soy gordo y tengo dinero. ¿Qué coños quieres usted que sea?». El Foxá hiriente, el satírico, aprovecha que el Pisuerga pasa por Valladolid para arrear mandobles a quien se le antoja. En los tercetos de su soneto a Celia Gámez, se permite darle una colleja a Juan Belmonte, a una nueva rica, al bueno del maestro Moraleda y a la Guardia Mora de Franco. Previamente lo ha hecho con Celia «tú que cantas esos tangos con ojeras/ repletos de memeces argentinas», con el marqués de Amboage «oh vieja zorra de las anchas pampas/ que enamoras a marqueses pontificios», y finaliza de esa guisa: «Los prognatas toreros que complicas/ por ti se tornan en babosos toros./ Vas a las cenas de las nuevas ricas,/ y estrenas obras con cretinos coros/ escritas para ti por los maricas/ que sueñan con los culos de los moros».

Pero el Foxá grandioso se encuentra en «Madrid de Corte a Cheka». Un amante de la palabra no puede dejar de leer la parcial y magnífica versión de Foxá del Madrid estético que muere, de la decepción republicana y de la Capital del terror.