Martín Prieto
La saga-fuga de Carmen Chacón
El seísmo de grado uno en la escala de Richter provocado por la marcha de Carmen Chacón a Florida para dispensar por unos pocos meses su ciencia jurídica a los estadounidenses denota la astenia de nuestra vida política. Se fue a Canadá para estudiar el poco recorrido del independentismo de Quebec. Se fue de una competición con Rubalcaba cuando se lo exigió Zapatero cuando ya era un pato cojo sin autoridad. Se fue de su escaño para no votar ni al PSOE ni al PSC, absteniéndose hasta de abstenerse. Y ahora se va a Miami anunciándolo como si se ausentara la madre de la Patria, catalana o española. Esta señora siempre se está marchando para tomar impulso. Yo la tengo ley sentimental desde que la vi llorar en público por la muerte de Gabriel Cisneros, con quien su partido cometió alguna vileza, pero participar de la iconografía política tiene exigencias que no se cubren sólo con la puesta en escena. Como una de las debilidades femeninas de Zapatero, éste la hizo ministra de Vivienda y en un acto insólito la hizo presentar en La Moncloa y en su presencia un plan habitacional que era la copia maquillada de su antecesora María Antonia Trujillo. Cuando «la burbuja inmobiliaria» estaba en las coplas de ciego éstos y éstas seguían teorizando sobre el ladrillo, y no hubo nada. Ministra de Defensa la nombró su marido, el peligroso publicitario Miguel Barroso, quien cenando con el ex todopoderoso Pepiño Blanco la hizo al tablero en calidad de feliz embarazada. Zapatero se moría por un gesto, una frase, un fuego de artificio, y cuando Blanco le telefoneó con la brillante idea, el entonces presidente no se resistió a la fotografía de una avanzada gestante pasando revista a las tropas. De su paso por Defensa sólo se recuerda la presencia de su esposo en reuniones de generales y almirantes, y tolerada por cortesía a la ministra. Chacón se puso muy pesada pidiendo a los medios que la llamaran Carme, en catalán. Ahora le da igual porque su empeño es ser la primera presidenta de España. Muy mal está nuestra socialdemocracia si ha de bascular entre Madina y Chacón, entre Scilla y Caridbis. Se va pero se queda.
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