Julián Redondo
La senda es peligrosa
Al ídolo le salió un grano y cualquier postura en el sillín le incomoda. Antes, Marc Márquez era un piloto de características muy similares a las suyas que le caía bien, o eso decía. Marc no ocultaba su admiración por él. ¿Quién no ha querido ser Valentino? Rossi, naturalmente; aunque en la actitud de este magnífico piloto hay rasgos que le identifican con Rodolfo. Quiere disimular; pero no puede. Le sale la estrella que lleva dentro y, más que eso, el ego del campeonísimo que no admite la derrota. El «establishment» está con Rossi, es atractivo principal del circuito; pero ya no es el as de la carretera.
Terminó su hegemonía en 2010. Jorge Lorenzo disputó el cetro y lo ganó. Luego Stoner. Después, de nuevo Lorenzo; dos campeonatos consecutivos de Márquez y otra vez el odiado vecino de caseta. Insiste Valentino en que la victoria de Jorge en el Mundial la ha propiciado Marc jugando sucio. Olvida que cuando la Yamaha del campeón empezó a zumbar, la suya daba muestras de fatiga. Huía de su pasado y acusaba. En 2005 sacó a Gibernau en una curva. Y cuando Hopkins se deja los dientes en Sachsenring se burla de él apareciendo con una dentadura postiza. Se ha choteado de Pedrosa, de Capirossi; ha provocado dos caídas de Stoner; en Motegui estampó a Lorenzo contra el muro (recopilación de datos ofrecida por Ricardo Trueba) y en Malasia sacó la patita y tiró a Márquez, a quien continúa culpando de haberle hecho perder el Mundial que le ganó Lorenzo, primero en siete pruebas, dos victorias más que el «Doctor», y a partir del GP de Aragón, muy superior al mito, ese ídolo que se la tiene jurada a Marc. Precaución, amigo Rossi, la senda es peligrosa.
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