Política
La sombra del 1-O
Dos años después del referéndum independentista, la cuestión catalana está en un punto de inflexión. Los últimos acontecimientos y la vinculación de estos con el Cesicat vuelve a dar el protagonismo mediático que los separatistas necesitan de cara a mantener la tensión hasta la sentencia del “procés”, prevista para mediados de este mes.
Se han abierto dos frentes, uno relacionado con las elecciones, en el que los mensajes de los líderes políticos son duros, pero alineados a sus intereses electorales respectivos y otro, de mayor calado, que habrá que observar en los próximos días y que tiene que ver con la reacción de los independentistas y la conmemoración de su intento de ruptura.
En efecto, es seguro que se producirán protestas, movilizaciones y manifestaciones, pero lo que no se sabe es si estas tendrán carácter pacífico o se llevarán a cabo con el empleo de la violencia.
La tibieza de los partidos secesionistas a la hora de condenar estos hechos, junto a la sospecha de la implicación de los servicios de seguridad autonómicos, apuntan a que no es descartable algún acto de violencia, como ya sucedió hace un año.
Si esto fuese así, habría que considerarlo un termómetro de por dónde va la temperatura que los independentistas quieren aplicar.
Por otra parte, el futuro es incierto y a pesar de las profecías del bueno de José Felix Tezanos, está por ver que el Partido Socialista suba tanto, Podemos pierda mucho y el Partido Popular obtenga un resultado descafeinado.
Pudiera ocurrir que una situación de amenaza de desorden hiciera reaccionar a algunos electores, pero, a día de hoy, no parece que eso pueda evitar que los números sigan sin salirle a Pedro Sánchez.
Otra cosa es que ya no sea una cuestión cuantitativa, sino cualitativa y que sea inaceptable cualquier apoyo, ya sea directo o indirecto de los partidos separatistas en la investidura. Porque lo que no es descabellado es que lo ofrezcan y pongan como condición la amnistía, que no indulto, de los condenados.
No obstante, aunque no lo hiciesen, además del impedimento conceptual de pactar con alguien cuya participación en los incidentes no esté del todo clara, hay una razón de práctica política: supondría un fuerte desgaste del líder socialista.
Las elecciones las carga el diablo y, en esta ocasión más, demasiadas variables para realizar una predicción exacta. A Sánchez le han convencido de que va a arañar la mayor parte de la pérdida de Ciudadanos, pero el viraje a la derecha de Rivera el 28A no fue por inspiración divina, sino para intentar cerrar la fuga de votos conservadores que estaba teniendo hacia la derecha extrema, aunque le supuso renunciar a los 250.000 votantes ex socialistas que tenía.
Es decir, se acopló a sus votantes más conservadores, pero el bueno de José Felix cree que han dejado de serlo y ahora son socialistas. Tampoco considera que Errejón vaya a llevarse ningún voto socialista, quizá sea por eso que Gabilondo quiera aprovechar y quedarse con el escaño de Simancas, se lo debe.
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