Martín Prieto
La sutil inteligencia táctica de ETA
A pocos meses de su nombramiento fue cesado sigilosamente el número dos del ministerio franquista de la Gobernación. El cargo era de máxima importancia política porque el departamento solía ostentarlo un teniente general, siendo la cabeza política el subsecretario, civil, que orientaba el día a día y ejercía de intelectual orgánico. Entre los jerarcas del Movimiento, los periodistas con censura pero con curiosidad, y los comunistas (la única oposición) corrió la intriga como la pólvora y se elaboraron las más disímiles argumentaciones. Además, el sujeto destituido gozaba de crédito académico. Se arguyó una incompatibilidad de caracteres entre el hombre político y el militar al mando, y se dio por verosímil una bronca entre ambos por una reorganización de jefes policiales. Tras varias noches de vela clandestina en una célula comunista a la que asistía de oyente el Partido Comunista comunicó a sus bases que lo sucedido obedecía a otro choque entre opusdeístas y falangistas habiendo triunfado la línea dura de estos últimos, esperándose un incremento de la represión. El subsecretario en cuestión, abnegado padre de familia, se había enamorado como un cadete de una azafata de vuelos internacionales y disponiendo por su cargo de libre acceso a todas las tarjetas de IATA, acompañaba a su tormento aunque viajara al fin del mundo y solo aparecía por casa o el ministerio cuando libraba la aeromoza. Los politólogos, los analistas, los periodistas tendemos a buscarle tres pies al gato y a tomar la neblina por humo, porque creemos con harta soberbia que todo lo que ocurre tiene una sesuda explicación intelectual. A cuenta del top manta de terrible armamento ofrecido en muestrario por ETA hemos escuchado que lo que pasa es que la banda maneja muy bien los tiempos, que los títeres de Bilbao son un globo sonda para medir la determinación de Rajoy y resquebrajar al PP, o que es una mano tendida a Bildu para que se pueda casar en Navarra con los socialistas. Hasta el lendekari del País Vasco, Iñigo Urkullu, se ha visto obligado a la redundancia para definir la realidad de la nada: «Un paso pequeño y no suficiente». Paradójicamente lo difícil, por obvio, es suponer que el descerebrado y la guarra analfabeta, instalados en la cúpula etarra, creen que esta oferta de armamento de todo a cien es un gesto político digno de ser considerado, cuando la mafia rusa y la albano-kosovar disponen en la Coste del Sol de más sofisticados arsenales. Hay que remitirse al lunfardo y recordar que los especímenes más peligrosos son el pelotudo (con aumentativo en pelotudo atómico), el huevón, el remamahuevos, el boludo, el orillero (con una pata en la legalidad y otra fuera), el engrupido que se cree lo que no es, el loco piantao y el locutor de Radio Colifata, que emite desde un nosocomio mental de Buenos Aires. Como los payadores también los agónicos versolaris etarras rasguean hazañas inventadas pero no debemos interpretarles como a aquel subsecretario de la Gobernación. Estos cómicos de la legua ni siquiera se han ido con la azafata.
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