Marta Robles

La tierra roja...

Ahora que Nadal ha vuelto a triunfar en Madrid y que por fin se ha hecho con ese tercer Masters 1.000, recuerdo aquellas palabras de «Lo que el viento se llevó» sobre la tierra roja de Tara: «De ella sacas tu fuerza», le decía el padre de Escarlata O'Hara a su indómita hija en la inolvidable película. Y está claro que a Nadal le pasa lo mismo. Si el azul de las pistas le dejó sin título en su anterior encuentro con Madrid, la arcilla roja, donde se mueve con seguridad, le ha devuelto la confianza y también la sonrisa.

Porque Rafa no sólo ha conquistado por tercera vez la capital, sino que se ha reconciliado con ella tras la polémica con la tierra azul, que juró no volver a pisar, y lo ha hecho con su amabilidad de siempre y con esa simpatía a la que tiene acostumbrados a sus seguidores. Atrás quedan las imágenes de 2012 de un Nadal enfurruñado, distante e irreconocible, que señalaba a Madrid casi como territorio enemigo y advertía que no volvería si no cambiaba de color y de textura.

Ahora, con las pistas nuevamente rojas y de tierra batida, ni siquiera se ha vuelto a mencionar el problema que supone jugar en el centro de España, por cuestiones de altura, para algunos tenistas. Todo lo contrario. El propio Nadal no sólo se ha mostrado contento e imbatible en su «intermezzo» de camino hacia Roland Garros, sino que ha apoyado públicamente la candidatura de Madrid 2020. Y está claro que el empuje de Nadal es definitivo; sobre todo porque, en cuestión de tenis, el centro del interés se mueve en torno al tenista de Manacor.