Política

José María Marco

La verdad de los caudillos

La Razón
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Durante la breve entrevista que Mitzy Capriles, esposa de Antonio Ledezma, mantuvo hace unos días en Estrasburgo con los representantes de Podemos (no estaba presente Pablo Iglesias), estos insistieron en tres ocasiones en la discreción en la que se debía mantener el encuentro. Cuando Capriles les dijo que lo que les estaba contando se lo había relatado ya a muchos otros grupos políticos y les preguntó si pretendían que dijera que no se había reunido con ellos a los medios que hacían guardia ante la puerta, uno de los representantes de Podemos le dijo que ellos siempre dicen la verdad.

Antes de la detención, las Fuerzas de Seguridad del régimen bolivariano llevaban dos días siguiendo a Ledezma, sin ningún disimulo. Le detuvieron forzando la entrada en su oficina (el alcalde de Caracas es un hombre sin fortuna personal, dedicado íntegramente a la vida pública). Fue esposado y tras su detención en el SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional), lo condujeron a la cárcel de Ramo Verde, cerca de Caracas. Allí se encuentran, o por allí han pasado, numerosos presos políticos del régimen bolivariano; entre ellos, Leopoldo López (detenido ahora), Daniel Ceballos o Enzo Scarano. Muchos de estos presos han sido sometidos a vejaciones y maltratos, como dejarles la luz encendida toda la noche, poner el aire acondicionado a muy bajas temperaturas o reventar bolsas de plástico llenas de orina y excrementos en las ventanas para ensuciar las celdas... También se les ponen himnos chavistas a todo volumen («Chávez vive, la lucha sigue») toda la noche.

La tarde en la que Capriles llegó a LA RAZÓN acababa de recibir la noticia de la muerte en las dependencias del SEBIN de Rodolfo González, otro opositor. Las autoridades hablaban de suicidio, pero su abogada pensó que era demasiado temprano para establecer la causa... Mitzy Capriles se sobrepuso al golpe con una entereza inesperada: los que asistimos a la escena pudimos comprender el carácter de personas como ella, que se expone a lo peor para salvar la dignidad. El primer interrogatorio de Ledezma una vez detenido fue filmado y luego difundido –convenientemente editado, claro está– en un canal público. Las visitas de Mitzy a su marido tienen lugar en presencia del personal de la cárcel. Se graban. Se le acusa de participar en la llamada «Operación Jericó», una conspiración para derrocar a Maduro mediante el asesinato del también opositor Alejandro López...

Al ser preguntada acerca de las detenciones de unos cuantos empresarios el día anterior, Capriles emite una queja, en sordina: son muchos los empresarios que han sido arrestados en Venezuela. Un empresario puede ser detenido por comprar un stock de cepillos de dientes, bajo la acusación de acaparamiento. Y en cuanto al número de presos políticos, que en la actualidad está próximo al centenar, insiste en que ha habido miles de personas sometidas a este tratamiento, desde Henrique Capriles hace diez años hasta su propio marido, pasando por Leopoldo López –figura clave entre los perseguidos–, la diputada María Corina Machado o la jovencísima activista Sairam Rivas. Se calculan en algo más de tres mil, entre ellos alcaldes, líderes universitarios, empresarios y jóvenes, e incluso adolescentes. La represión y la violencia, que ya fueron utilizadas por el régimen a partir de febrero del año pasado, han vuelto ahora, en un momento en el que el precio del petróleo impide a Venezuela cubrir los gastos de la grotesca demagogia del régimen, y la oposición, nunca muy unida en Venezuela, parece dar muestras de un renovado interés por llegar a grandes acuerdos.

Nada de todo esto existe para el régimen bolivariano. O existe sólo en forma de conspiración mediática, imperialista, capitalista, al fin y al cabo, destinada a emborronar la realidad del proyecto bolivariano. Maduro, como antes Chávez, ha logrado instaurar, contra viento y marea, un mundo cercano a lo perfecto: un mundo donde reina la verdadera democracia y donde la voz del pueblo no está ya sofocada ni falsificada por las oligarquías, las imposiciones de clase, las formalidades propias de las democracias liberales. Maduro gobernará mediante decretos personales, algo que le acaba de permitir la Asamblea: el líder es la voz, la representación incontaminada del pueblo venezolano, que puede empezar a actuar con libertad, atenida a la verdad que le dicta su comunión interna, íntima con la materia popular.

El componente marxista del régimen es importante. Hay aquí, como en los regímenes estalinistas, como en el cubano o el norcoreano, una exaltación de la lucha de clases encaminada a crear algo así como una nueva sociedad, un nuevo ser humano. Los bolivarianos, sin embargo, prescinden del aspecto más ideológico (o mesiánico y, en el fondo, religioso) del marxismo, y lo conectan con la pura demagogia del populismo fascista. Mucho más que a los Honecker, a los Brezhnev o incluso que a los Castro, Maduro, como antes Chávez, se parece a Perón y, sobre todo, a Mussolini. Por eso sus seguidores, como los compañeros politólogos de Podemos, pueden afirmar sin sonrojarse que no mienten nunca. Por supuesto que nadie, ni siquiera ellos, puede ya ni siquiera fingir que cree en los milagros de la religión socialista. En cambio, sí aspiran a convencernos de los milagros que opera la democracia auténtica. Esta es –y no la versión degenerada que conocemos– la verdadera expresión del auténtico pueblo, tal como se manifiesta en los decretos de Maduro, en los de Mussolini en su tiempo, o en los del caudillo Pablo Iglesias cuando gobierne la patria española y de su garganta, tan firme como su puño, salgan los dictados que nos permitirán comprender que por fin hemos acabado con las falsedades y las mentiras, y pensamos, nos expresamos y actuamos según lo que de verdad tenemos que pensar, decir y hacer. Habremos alcanzado así el punto de exaltación erótica que llega en la comunión con el Pueblo, el auténtico, uno y verdadero. (Los que se empeñen en seguir viviendo en el error y la mentira, ya saben dónde acabarán. Seguramente en una celda, cubiertos de excrementos y con los himnos al Caudillo para amenizarles la noche). Ni que decir tiene que en Venezuela no hay presos políticos. Esa es la verdad y quienes afirman otra cosa no saben lo que dicen.