José Clemente
La vida sigue igual
Nadie dentro y fuera del PSOE espera que Alfredo Pérez Rubalcaba presente su dimisión como secretario general del partido, a pesar de la media docena de derrotas electorales consecutivamente cosechadas en apenas año y medio de diferencia (autonómicas, municipales y generales de 2011, y las autonómicas andaluzas, gallegas, vascas y catalanas a lo largo de este mismo año). Una plusmarca a la baja difícil de batir por político alguno que se precie siquiera lo justo y que a Rubalcaba parece no afectarle lo más mínimo, aunque en algunos casos, como ocurrió en las andaluzas del pasado 25 de marzo, el PP de Javier Arenas obtuviera tres escaños más que el PSOE liderado por el socialista José Antonio Griñán, que pudo revalidar su gobierno con el particular apoyo de IU, de Diego Valderas, y el CUT-BAI, que lidera el alcalde de Marinaleda, Juan Antonio Sánchez Gordillo. Seis derrotas electorales consecutivas sin que nadie en el PSOE se atreva a plantar cara a Rubalcaba y Valenciano, y con unas encuestas a día de hoy aumentando la caída libre de los socialistas españoles a límites insospechados. Y en medio de ese festival de mediocridad rampante que conlleva una dura travesía del desierto, sólo se escuchan de forma atemporal algunos aullidos en la larga noche socialista que apenas inquieta a la bicefalia en la que se sustenta esa «casa común» en derribo de la izquierda, incapaz de movilizar al electorado y al pueblo español en el momento más duro de las reformas políticas vividas desde la Transición, por la escasa, por no decir nula credibilidad ante la opinión pública, que hoy tienen los socialistas y los remedos de propuestas que plantean en el momento más difícil de la historia reciente de España.
Y para ocultar sus vergüenzas, toda vez que delate sus carencias programáticas para hacer frente a la situación, Rubalcaba no tiene a mano otra cosa mejor que la efeméride, el silencio de los corderos o la escenografía. Efeméride, por ejemplo, como la celebrada esta semana en el Palacio de Congresos de Madrid para celebrar los 30 años del primer gobierno socialista de Felipe González, donde tuvo que soportar del histórico líder la reprimenda de haber llevado al PSOE a ser un partido sin vocación de mayoría, que había que recuperar cuanto antes si no querían convertirse en un partido residual. El silencio de los corderos, también, porque Rubalcaba suele acudir a esa iconografía tradicional de la mansedumbre que representa el ovino, animal preferido para los sacrificios, un gesto muy apropiado del que se sabe que van a degollar de un momento a otro, mientras guarda un férreo silencio que a veces da la impresión que hable con él. Y escenografía, como no, porque todo lo que hace, dice o calle va dirigido a ese gran público que se sienta a comer con el informativo de las tres de la tarde. Y fuera de eso, naderías, un discurso, unos discursos, el suyo y el de su incondicional Elena Valenciano, ora felipista, ora alfonsino, que la gente entiende tan a la perfección como rechaza sin indolencia, y que es la causa o una de las causas de los continuos fracasos electorales del PSOE en los últimos tiempos. Todo ello, además, en el mejor de los momentos posibles para hacer oposición, pero que resulta del todo imposible porque son tan partícipes de la debacle nacional como el que más, y que sólo un cambio de caras, proyectos, mensajes y actitudes, podría atenuar de verdad o, al menos, hacerlo siquiera algo creíble. Pero no, en el PSOE la vida sigue igual.
Y las alternativas ni existen ni se les espera. La última del director general de Policía, Joan Mesquida, no es más que un brindis al sol, pues fue el propio Rubalcaba quien le salvó de la hoguera del «caso Faisan». ¿Qué se puede esperar de un hombre, catalán él para más señas, que se lo debe todo a Rubalcaba? Pues lo que ha hecho, es decir, avisarle que se presenta para que no se entere por la Prensa. A Carme Chacón, igualmente catalana pero claramente antiindependentista, tampoco se le ve muy dispuesta, pues la cicuta de las maniobras entre bastidores, que es donde mejor se mueve Rubalcaba, ya la ha probado y no quiere volver a exponerse si no hay un mínimo de garantías. A Griñán que no le molesten en su encastillamiento en el Palacio de San Telmo; Bono ya está escribiendo sus memorias, aunque siempre aceptaría un cargo de relumbrón, y Patxi López es la voz de su amo, con lo que las alternativas se quedan más bien en nada, y no precisamente porque falten voluntades dentro del PSOE o carezca de gente con capacidad suficiente para sustituir a Rubalcaba y hacerlo incluso mejor que él.
En Murcia las cosas no pintan mucho mejor. Los dirigentes regionales del PSRM viajan en el tren sin billete, al menos en lo tocante a la máxima dirigencia nacional, por lo que importa muy poco ir en vagones de segunda o de tercera, mientras se vaya es suficiente. Aquí lo único que de verdad importa es llevarse bien con quien mande, como ilustra la fotografía superior, aunque le decapiten mañana por la mañana, porque llegado ese momento se arrimarán al que le suceda y tenga capacidad de mando en plaza. Por eso los González coleccionan fotos para un álbum de posteridad que pocos tendrán en esta tierra. El que no se conforma es porque no quiere, otra cosa distinta es que aquí saliera gente socialista, de verdad verdadera, que además haberla hayla, capaz de pelear contra el «establishment» imperante para hacer de ese partido lo que fue y nunca debió dejar de serlo.
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