Alfonso Ussía
«Lady Hope»
Leo, veo y oigo que Esperanza Aguirre ha triunfado en Londres. Plaza muy difícil. Y ha triunfado en el Parlamento, lo cual es más complicado todavía. Gorbachov, en su momento más alto de popularidad, no consiguió tanto. Y de vuelta a Moscú lo justificó: «En Inglaterra, para triunfar, hay que saber hablar en inglés». Parece de perogrullo, pero así es. Los ingleses creen que todo el mundo está obligado a hablar en inglés con el fin de no obligarles a ellos a aprender otro idioma. Un serbio, un croata, un alemán o un portugués aprenden los idiomas con asombrosa facilidad. Los españoles tenemos que esforzarnos algo más, y los ingleses empiezan a chapurrear el idioma ajeno después de permanecer en el país extraño unos cincuenta años, aproximadamente. Esperanza Aguirre, rompiendo la tradición de los altos políticos españoles, habla un inglés perfecto, y también un francés parisino rico en palabras y estricto en la pronunciación. Los franceses tienen una boca especial porque la pronunciación de su idioma les obliga a distorsionar sus labios. Decía Santiago Amón que el conde de Motrico, José María de Areilza, era tan elegante que al decir «sí» ponía labios de «oui». El inglés americanizado no suena bien, y está el «cocknie», que es la versión británica de nuestro español macarra. También el inglés «BBC», perfectamente hablado pero excesivamente artificial, y está el inglés tartamudeado y tosido, que es el auténtico, y el que muy pocas personas que no sean inglesas de determinada altura social y cultural pueden dominar. Esperanza –Hope–, Aguirre es de esas pocas personas, y no es cosa de anteayer su dominio. Le viene de la juventud. Escribió Bernard Shaw, el fantástico y atrabiliario escritor irlandés radicado en Londres, gran enemigo de Churchill y con un carácter similar al de Valle Inclán, que Inglaterra y los Estados Unidos eran dos naciones hermanas sólo separadas por el idioma. Cuando un británico oye a un extranjero que habla mejor el inglés que él mismo, olvida su displicencia y le regala al orador toda su atención. Resulta un logro conseguir la atención de doscientos ingleses de alto rango, y Esperanza Aguirre lo hizo sin esfuerzo alguno.
Claro, que hablar y pronunciar el mejor inglés no basta. Sirve al principio, para causar admiración y curiosidad. Después hay que llenar la buena pronunciación de reflexiones y pensamientos, y Esperanza Aguirre, se vio interrumpida por las ovaciones de ese público frío, distante y sabio en cuatro tramos de su discurso en el gran comedor del Parlamento.
Me pregunto y me respondo inmediatamente, que algo tendrá esta mujer para levantar tantas expectativas y confirmarlas posteriormente. En Inglaterra, claro, donde la sinceridad y la falta de miedo a lo políticamente incorrecto se consideran virtudes en lugar de defectos. Donde hablar y decir las cosas con meridiana claridad es propio de la gente culta. Esperanza ha gustado, además de por su dominio de la lengua inglesa, porque es directa, fácil y comprensible. Y me apena que en España, en su propio partido, sufra un día sí y el otro también, toda suerte de críticas y zancadillas por parte de quienes no saben decir ni «yes».
Se me ha olvidado escribir que Esperanza –Hope– Aguirre siempre ha hablado el inglés mucho mejor que yo. Pero quien esto escribe, le enseñó bastante en la pronunciación, porque nadie tartamudea y tose antes de decir una frase en inglés como el firmante de este texto. Enhorabuena, «Lady Hope».
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