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La Razón
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La hegemonía del fútbol español es indiscutible, arrasa, absorbe, succiona, deslumbra y hasta puede que dé un poco de asquito por ahí fuera, que la envidia de sana no tiene nada. Por mucho que se pretenda disimular, no deja de ser «tristeza o pesar del bien ajeno» (RAE), y el deporte rey de este país enriquece el palmarés y el muestrario cada fin de temporada. El Sevilla, campeón de la Liga Europa por tercera edición consecutiva, suma cinco trofeos; dos años después, otra final española en Champions, con una peculiaridad, repiten dos equipos de la misma ciudad, Real y Atlético; y en el mientras tanto, el Barça celebró en Berlín su triunfo frente a la Juventus en el torneo interclubes más reputado del universo. La Selección reina en Europa y le corresponde ratificar en Francia que se parece más al conquistador de la Euro de Polonia-Ucrania que al que no superó la primera fase en el Mundial de Brasil. Trifulcas políticas e interesadas al margen, su salud es de hierro.

Los resultados deportivos, no obstante, no reflejan en el mundo el potencial del fútbol español ni siquiera como imagen de marca, privilegio que corresponde a la Premier. En el siglo XXI, Liverpool, Manchester United y Chelsea han ganado la Champions; tres victorias inglesas por cinco españolas, tres del Barça y dos del Madrid. En lo que antes era la Copa de la UEFA y desde 2010 Liga Europa, no hay color en estos 16 años, laLiga golea 8-2 (Valencia, Sevilla –5–, Atlético –2– frente a Liverpool y Chelsea).

En Inglaterra hay 15 millones de abonados al fútbol y en España, 5; de ahí que la Premier triplique los ingresos de laLiga, que considera esa distancia un estímulo para seguir creciendo. El fútbol pondrá a cada quien en su sitio.