PSOE
Las malditas primarias
Dice Emmanuel Macron, ex ministro socialista de Economía y candidato a las presidenciales francesas de primavera, que las primarias son una aberración: máquinas de matar las ideas y de impedir gobernar. Recuerda en una entrevista en «El País» que fueron la tumba de Hollande en 2011 y que serán la de François Fillon –ganador de las primarias de la derecha–, pues piensa que mucha gente que le ha votado no comulga con sus ideas y que, si gana, no podrá gobernar. Es mucho suponer. Pero es interesante la reflexión.
En España, en general, la gente es favorables a que los partidos políticos las pongan en marcha. Incluso algunos –como Ciudadanos– han querido imponerlas a los demás como si a ellos les hubieran evitado la división y el enfrentamiento. Pero el problema no es la visión de futuro de Rivera sino la experiencia maldita que tenemos. En 1997, Felipe González dejó la Secretaría General del PSOE en manos de Joaquín Almunia y le apoyó en las primarias del año siguiente. Sin embargo, ganó Josep Borrell gracias al voto de la militancia. Su victoria duró 13 meses, lo que tardó el PSOE en cargárselo. Quizá por eso hasta 2014 no volvieron a convocar primarias a secretario general del partido, que, como recordarán, ganó Pedro Sánchez. Lo que ocurrió después lo sufrimos todos los españoles durante casi un año.
El caso es que, ya que estamos en una democracia, no habría que tener miedo a que los militantes, simpatizantes –o como en Francia– los que paguen una pequeña cantidad de dinero puedan votar a los que les representen como concejales, alcaldes, presidentes de comunidad, secretarios generales o candidatos a la presidencia del Gobierno. El problema –ya lo saben ustedes– es que lo que opinan los militantes no suele coincidir con lo que opina el aparato del partido o sus líderes provinciales, y esto ha convertido nuestras primarias en un lío que espanta a los más demócratas. Yo les comprendo, pero no puedo estar de acuerdo con ellos. Recuerden –sólo por poner un ejemplo– que no sólo los militantes o simpatizantes, sino los españoles también votaron en dos ocasiones a José Luis Rodríguez Zapatero. Y así nos fue. Es decir, tampoco los dedazos del Comité Federal o del presidente saliente garantizan la elección. ¿Entonces? ¿Dónde está la solución?
Originalmente, en las primarias, los votantes de una jurisdicción seleccionaban al candidato o candidata que les representaría en una elección posterior. Era una especie de preselección, como la que se hace en los concursos de la tele. Es verdad que la gente puede votar para Eurovisión a un candidato o candidata equivocado, pero en ese caso el desastre dura apenas una noche, mientras que en el caso de un partido o Gobierno las consecuencias suelen ser fatales. Quizá por eso los estadounidenses, que de primarias saben un poco, han ido introduciendo correcciones al sistema –los famosos caucus o asambleas– que deciden las nominaciones, aunque eso tampoco les ha salvado cuando ha aparecido Donald Trump. Pero de eso se trata, de introducir correcciones, intermediarios o representantes. Un sistema mixto que corrija populismos, o que algún famoso pueda arrasar simplemente porque es un genial actor o presentador.
El sábado dijo Patxi López que se siente con fuerza para reconstruir el PSOE y derrotar a la derecha. Y lo dijo al anunciar su candidatura a las primarias del PSOE. Mikel Buesa siempre recuerda lo que le contó un socialista del País Vasco cuando alguien le preguntó sobre lo que pensaba el entonces lendakari: «Patxi López no está aquí para pensar». Pues aviados estamos.
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