Iñaki Zaragüeta
Lecciones de ética
Sin prisa pero sin pausa, como decía Arias Navarro en su tímido impulso de apertura, José Blanco, el ex ministro plenipotenciario de Zapatero, camina hacia el banquillo una vez que el instructor del «caso Campeón» ha solicitado el suplicatorio al Congreso. La acusación es de tráfico de influencias por presionar al alcalde socialista de Sant Boi para conceder una licencia a su amigo José Antonio Orozco, quien se evitó así desembolsar importantes cantidades de dinero. Como me comentaba ayer mi amigo Rogelio, ¡ya era hora! Se sabe, la Justicia es como una apisonadora, lenta pero segura.
Al conocer la decisión del Alto Tribunal, me vino a la memoria aquel inquisidor, látigo de corruptos, aquel que lanzaba al viento soflamas sobre la honradez. Aquel que, cual predicador enfervorizado, daba lecciones de ética. Aquel que pedía la dimisión de Camps antes de ser imputado, sin esperar a la apertura de juicio, escudo en que ahora se ampara. Aquel que ha resultado ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo (Evangelios). Es habitual que habla quien más tiene que callar. En su caso, además, gestos un tanto cutres como el de la reunión dentro de un coche en una gasolinera.
Blanco se encuentra inmerso en una vorágine procesal de largo alcance, a pesar de haber eludido las imputaciones del empresario Dorribo de entregarle 200.000 euros en billetes de 500.
Habrá que ver cómo queda la extremidad de Rubalcaba, que sigue poniendo la mano en el fuego por su promotor orgánico. ¿Se la quemará? Es la apuesta, aunque alguien decía: «Los caballos no apuestan sobre las personas, y yo tampoco». Así es la vida.
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