Internacional
Lejos de una transición civil en Sudán
La mediación etíope ha asegurado la reanudación de las negociaciones entre los líderes de la protesta y el consejo militar en Jartum tras los últimos conflictos de Sudán. A pesar de las buenas noticias, estamos lejos del fin de la crisis. La revuelta que tuvo como resultado el derrocamiento de Omar Bashir quiere sacar al país del ciclo de regímenes militares que ha durado décadas.
Sudán tiene una posición geoestratégica central. Esto explica por qué varias fuerzas regionales están involucradas en la crisis, a veces con diferentes intereses y apuntando en direcciones opuestas. La Unión Africana pide devolver el poder a un gobierno civil a finales de junio. Esto parece muy difícil de implementar, porque las posiciones de los protagonistas están demasiado alejadas y los militares quieren mantener su influencia en la gestión del país.
La transición de Sudán solo puede tener éxito si respeta una serie de reglas y recomendaciones de diferentes partes. La Junta únicamente puede ser creíble para los manifestantes si libera a todos los detenidos, restaura el acceso a las telecomunicaciones y, sobre todo, limita el poder de las fuerzas de seguridad. Estas fuerzas paramilitares están acusadas de los peores abusos en Darfur.
Este es un requisito previo para cualquier diálogo fructífero.
La Unión Africana no puede limitarse a suspender la membresía de Sudán. Su presión debe ejercerse en un sentido positivo para lograr una reanudación del diálogo sobre bases sólidas. El primer paso es la anulación de la decisión de la Junta de celebrar elecciones en nueve meses. Para los manifestantes, esta breve demora se asemeja al deseo de organizar una pantomima que no es sincera y que tendría como objetivo volver a poner a la cabeza del país a un ejército y las mismas fuerzas políticas que apoyaron a Omar Bashir.
Pero la responsabilidad no recae únicamente en la Unión Africana. Sudán es una piedra angular para África y Oriente Medio. Su estabilidad debe ser una prioridad para todas las grandes potencias. Estados Unidos inició conversaciones para eliminar a Sudán de la lista de patrocinadores del terrorismo y para poner fin a las sanciones. Este nuevo escenario podría ejercer cierta presión sobre los militares, especialmente sobre aquellos que abogan por la represión, como el general Hamidati, que controla las fuerzas de reacción rápida. Las potencias regionales, como Egipto, que tiene una larga línea fronteriza con Sudán, deben apoyar la idea de una transición pacífica a una potencia civil y no a un nuevo régimen militar.
El desmoronamiento del Estado sudanés, que ya ha experimentado una separación con Sudán del Sur, está sufriendo focos de violencia que apuntarían a una guerra civil, lo que no interesa a ninguna parte.
La situación actual puede llevar rápidamente al caos absoluto con la división dentro del ejército. Ya en 2012, varios observadores internacionales habían advertido de que las fuerzas de seguridad podrían dividirse después de la caída de Bashir. Es un escenario cada vez más posible.
La jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, pidió al ejército sudanés una transferencia «rápida» de poder a un gobierno civil de transición, subrayando la voluntad de cambio expresada por la población. «Solo un proceso político creíble e inclusivo puede satisfacer las aspiraciones de los sudaneses y conducir a las reformas políticas y económicas que el país necesita», dijo Mogherini en un comunicado.
La UE ha asignado millones de euros al gobierno sudanés para satisfacer las necesidades humanitarias más urgentes. Las operaciones de ayuda desde la UE deben ser controladas de cerca y, por lo tanto, no son un medio de presión sobre la junta militar para la apertura democrática. La única manera de evitar un nuevo Estado fallido en el límite con el Cuerno de África y Oriente Medio es aumentar la presión para una transición liderada por civiles.
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