Relación España/Venezuela
Leopoldo López
Hay quien se arrodilla ante el número de preso de Otegi, como si fuera Mandela revistado en el apartheid al revés del País Vasco y no contabilizan en el santoral político, al que rezan cada noche, a Leopoldo López, el opositor venezolano. Algo falla en la neurona justiciera cuando unos merecen laureles y otros, el insulto y la deshonra. No hay medicina que pueda curar el mayor de los fanatismos que es la equidistancia pública. Unidos Podemos tiene una estrategia trazada para desprestigiar al encarcelado por el gorilón de Caracas y así desviar la atención sobre Venezuela, la mosca cojonera, el asunto del que no quiere hablar Iglesias. Se trata de que la opinión pública (su opinión pública) vea en Leopolodo López a un golpista sin escrúpulos para que así Maduro no sea el malo de la película, sino un demócrata por el que hay que partirse la cara. Opinadores de la nueva casta tiran la piedra en las tertulias mientras los cachorros encienden la antorcha en las universidades con el objetivo de que el padre de Leopoldo López o quien ose hablar en su nombre reciban sentencia de silencio y pena de escrache.
Iglesias no se moja en apariencia aunque en este asunto el agua le llega al cuello. Está «cansado» de que le pregunten y tenga que dar circunloquios de politología aplicada. La nueva «socialdemocracia» utiliza métodos sibilinos para que el «smiley» que quiere parecer Pablo esconda el «emoji» del diablo. Los presos políticos no deberían exudar ideología pero a éste le ponen los de Podemos un bote de desodorante discursivo para así evitar el olor a podredumbre de las camisas de cuadros de Iglesias y de las que lleve Alberto Garzón, más sincero en sus respuestas. A Garzón no le incomoda parecer lobo pero su compañero evita enseñar los dientes. «Como un viejo chupando un limón seco», que diría Panero.
La defensa de esta izquierda es el ataque a la oposición, pues no hay quien argumente por qué los venezolanos no tienen comida o papel higiénico. La mecha ha prendido y de aquí al 26-J intentarán que lo que es un rescoldo se convierta en incendio. Leopoldo López tiene que aparecer como el malo de la película para que Pablo se salve de los consejos que daba sobre cómo tratar a los antichavistas, que no eran otros que los que siguió Maduro: meterlos en la cárcel y esparcir basura sobre su reputación. El régimen siguió a rajatabla el mandato. Y ahora los consultores prueban a hacerlo en España, sólo que aquí, como todavía hay Prensa libre, hay que disimular. Les basta con sembrar la sombra de una duda. Es un plan trazado a conciencia liderado por el ala dura podemita que jamás reconocerá juego sucio aunque surquen palabras de estiércol. Estén atentos y ojalá no me dieran la razón.
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