Agustín de Grado
Lo público como coartada
Si un país ha representado el modelo del Estado del Bienestar, ése siempre fue Suecia. Los entusiastas de lo público tenían en la democracia escandinava el ejemplo perfecto: impuestos altos y servicios prestados por un gran Estado benefactor. La crisis de los 90 generó la secuencia conocida por los españoles (recesión, desempleo, gasto público, endeudamiento y déficit), pero demostró a los suecos que su modelo no era más que un cheque sin fondos abocado al colapso. Así que, primero un gobierno conservador y después otro socialdemócrata que no invalidó las iniciativas de aquél, pusieron en marcha las reformas que hoy permiten a Suecia disfrutar de un crecimiento económico y un bienestar social envidiable. Y todo fue posible gracias a una ruptura con el dogmatismo estatista de Olof Palme y la intransigencia izquierdista a toda apertura de los servicios públicos a la iniciativa empresarial. Mauricio Rojas, diputado sueco de origen chileno, recuerda que esta transformación se realizó sin huelgas ni manifestaciones en la calle. Desde entonces funcionan allí (como en Alemania, Francia y Gran Bretaña) hospitales públicos de gestión privada sin el alboroto que se ha organizado en Madrid, que ya tiene tres experiencias similares en Valdemoro, Móstoles y Torrejón, funcionando si queja alguna de los usuarios, más interesados por la calidad del servicio que por la titularidad de quien lo presta. Se entiende que estén los profesionales, no los pacientes, preocupados por los cambios que se avecinan. Más de dos tercios del personal médico y de enfermería, aquellos que no tienen plaza fija, parecen más cómodos bajo el manto de lo público que pasando a trabajar en una empresa privada sometida a la permanente evaluación de un paciente que disfruta del derecho a la libre elección de médico. La sanidad pública no está en peligro: es la coartada de quien se resiste a las reformas necesarias.
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