Toni Bolaño
Locos de remate
Gene Wilder y Richard Pryor son todavía una de las parejas cómicas más exitosas de la historia del cine «made in Hollywood». Su complicidad en la pantalla era un oxímoron en su relación personal. Contrariamente a lo que se piensa, las relaciones entre Wilder y Pryor eran más bien tensas. De hecho, Wilder no tuvo reparos en calificar a Pryor como «un personaje difícil y desagradable» en su autobiografía. Les confieso que no sé quiénes son Wilder y Pryor en la política catalana. Artur Mas y Oriol Junqueras protagonizan sus propias películas con un guión improvisado que se rige por las películas estelares de los cómicos norteamericanos. Desde la reunión del Palau de Pedralbes –tiene guasa que el cónclave soberanista se celebrara en el Palacio Real–, los acontecimientos se suceden a velocidad de vértigo.
Junqueras salió de la reunión señalando con el dedo acusador a Mas por renunciar a la consulta del 9-N por las «presiones» del Estado, que la impugnó por su ilegalidad. Para Junqueras, Mas había incumplido sus compromisos. El presidente catalán reaccionó con rapidez convocando un sucedáneo que llevaba incorporada una velada amenaza: quien no le diera apoyo sería un «botifler», un traidor a «la causa». Artur Mas afianzó su órdago reuniéndose con «las catalinas», la presidenta de la ANC, Carme Forcadell, y la de Òmnium, Muriel Casals, poniendo sobre la mesa su última ocurrencia: la convocatoria de elecciones plebiscitarias con una lista única de los secesionistas. El 9-N ya era reconocido como una farsa por sus propios padrinos.
Junqueras reaccionó airado exigiendo elecciones y una DUI –Declaración Unilateral de Independencia, en argot–. Mas volvió a amagar. Sólo convocaría si hay lista única. De este tinglado se bajó el líder ecosocialista. Joan Herrera anunció su no participación en el 9-N, lo que exaltó a los independentistas de Iniciativa, que hasta la fecha habían estado agazapados fiscalizando los movimientos de su líder, ahora trinchado en las redes sociales por los atemperados, moderados y analíticos «hoolingans» del secesionismo. Con este panorama, «las catalinas», aupadas y arropadas por Mas, se subieron a la tarima de la manifestación independentista del domingo para exponer su exigencia para dar cobertura al 9-N. Antes de esa fecha, Mas debería comprometerse a convocar elecciones.
Con el órdago todavía caliente, en CDC reaccionaron contra los aires de grandeza de «las catalinas». Es una osadía, decían, que exijan al president una convocatoria cuando es él y sólo él quien puede convocar. Por si fuera poco, «Belcebú» –calificativo que dedican desde ERC al portavoz del Gobierno, Francesc Homs– salió a la palestra para anunciar un acuerdo sobre el 9-N con la CUP. Los antisistema tardaron pocas horas en desmentir tal acuerdo. Junqueras, todavía cabreado, se reúne con Herrera y ambos se suman a la petición de adelanto electoral. Como gato escaldado, el republicano sigue poniendo el dedo en la llaga. «Ha oído voces» en CDC que hablan de reforma constitucional en lugar de independencia y no quiere ni oír hablar de una «negociación con el Estado». Pone sus cartas sobre la mesa y desvela su hoja de ruta: «Primero, elecciones anticipadas. Segundo, declaración unilateral. Tercero, referéndum para que los catalanes ratifiquen el proceso».
Por si fuera poco, otros protagonistas pugnan por su minuto de gloria. Pep Guardiola, Joel Joan, Mercé Sansa, Lluís Llach, Mikimoto... suenan en las quinielas de la lista unitaria. El primer secretario del PSC, Miquel Iceta, les dice a sus alcaldes que no nieguen los locales para la consulta de pandereta y el cuñado de Artur Mas, Guillem Rakosnik, ha pasado a engrosar las listas del paro. Lo ha despedido Daniel Martínez, propietario del Grupo Focus –un empresario nacionalista agitador del mundo cultural fundador del diario «ARA»– porque Rakosnik intermedió en unas jornadas patrocinadas por el Ayuntamiento de Barcelona. La empresa organizadora no ha cobrado los patrocinios y ha hecho saltar la liebre. En las jornadas intervinieron el conseller de Cultura, Ferràn Mascarell, y el de Empresa, Felip Puig.
Otros tendrán que hacer de extras a la fuerza en este vodevil. Serán los directores de institutos que son llamados «de forma voluntaria», evidentemente, a abrir sus colegios. Lo son los designados por la Administración para velar por el proceso electoral. Las reuniones se producen pero no se levanta acta para evitar hacer un acto administrativo. Así, las cabezas pensantes del 9-N tratan de evitar una impugnación del Estado. Por cierto. Gene Wilder y Pryor hicieron una última película: «Locos de remate».
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