Pedro Narváez
Los cómplices
Ha tenido que pasar el duelo, el luto de España que vistió de negro cuando recordaba la tele en color, para que algunos socialistas, no se me amontonen, condenen las palizas a los policías del 22-m, la víspera de la muerte de Suárez. Fue recordar que si entonces el peligro de involución venía por la extrema derecha y los que estaban tan acostumbrados a mandar que obligaban a sus botas a calzarme solas, ahora el golpe lo quiere asestar la extrema izquierda, unos lobos que se parapetan entre cientos de corderos y algún malnacido henchido de rencor y avaricia de cabezas cortadas. Eso son los hechos, lo demás son lodazales políticos donde es mejor no entrar para no contagiarse de la rabia. Si los socialistas creen que serán estas movilizaciones las que les den la victoria, es que tienen como analista electoral a un pitoniso con pluma como los que adormecen a los insomnes en las madrugadas televisivas. Por eso extraña que los representantes de los ciudadanos que miraban asustados desde sus ventanas se cosan la boca y amaguen con comprender a esos «pobres chicos» que usaron señales de tráfico como lanzas contra la Policía. Éste es otro «efecto llamada» como sucedió en Ceuta y Melilla. Después de la Castellana vino la Complutense y así hasta el incendio final. Arde Madrid mientras los de Rubalcaba, de buen rollito, tocan la lira de la igualdad social y la gaita del sufrimiento de la crisis. Si algún día recobran el poder ¿piensan que los lobos dejarán pastar a sus ovejas progres? Luego irán a por ellos porque lo que ansían cambiar estas marchas pacíficas no es ya un Gobierno sino un sistema. Tal vez quieran ser mártires aunque les agradecería que se quitasen el pijama de justicieros y fuesen héroes, como la mayoría de españoles que quiere vivir en paz.
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