Alfonso Ussía
Los Dalton
Joe, el más bajito, es el más inteligente de los hermanos Dalton. Creo recordar que el tonto se llama Averrel. Jack y William son más confusos y sus perfiles atienden a la indiferencia. Los Dalton son consecuencia de la genialidad de Goscinny y los formidables dibujos de Morris. Goscinny fue el talento de Astérix, y Uderzo el que iluminó las aventuras de los galos irreductibles con sus prodigiosos dibujos. Cuando Goscinny falleció, Uderzo se puso el mono de trabajo y escribió también los guiones, pero los frutos no fueron los mismos. La creación del vaquero Lucky Luke, el que disparaba más rápido que su sombra, nació en el talento descomunal de Goscinny, y como Uderzo, Morris fue su gran complemento. Pero en las aventuras del indómito vaquero los verdaderos protagonistas son los Dalton, Joe, Jack, William y Averrel, los cuatro «malos» más divertidos de la historia del Oeste americano. Falta un quinto personaje que impera sobre los cuatro atracadores. Su madre, Mamá Dalton, que es la que manda. Incluso el inteligente, osado, frenético y furibundo Joe se convierte en un manso corderito cuando Mamá Dalton entra en escena.
No intento encontrar absurdos paralelismos entre la familia Dalton y la Pujol. Los pobres Dalton tienen siempre a Lucky Luke soplándoles en la nuca y cuando más felices se hallan con sus botines obtenidos en sus atracos a bancos y diligencias, aparece Luky y los trinca. Se pasan toda la serie de aventuras de Goscinny y Morris encadenados en los penales y huyendo de éstos. Se conocen la totalidad de las prisiones del Oeste, con enormes bolas de hierro encadenadas a sus pies. Y cuando escapan de las cárceles, su libertad es efímera, porque Lucky Luke los trinca con una facilidad asombrosa.
Los Dalton son geniales forajidos convictos y confesos. Joe apenas supera el metro de altura y Averrell, con el mismo rostro, podría jugar al baloncesto. Mamá Dalton los hizo idénticos de cara y muy dispares en los centímetros. Sin la familia Dalton, Luky Luke pasaría desapercibido. Los malos son los buenos, y los buenos en numerosas ocasiones son los malos, porque cuando Luke detiene a los hermanos se termina la diversión.
Los Pujol no son geniales ni delincuentes, porque los delitos hay que documentarlos y probarlos. Los Dalton no tienen padre, y los Pujol, sí. Los Dalton obedecen ciegamente a Mamá Dalton, y quizá en ese rasgo los Pujol pueden acceder a la creación prodigiosa de Goscinny. Doña Marta es mujer de armas tomar. Ya he narrado la breve conversación que mantuvo con Alfredo Goyeneche Moreno, conde de Guaqui, y vicepresidente del Comité Olímpico Español cuando Barcelona se convirtió en ciudad olímpica. El conde de Guaqui, que falleció en un accidente de carretera, fue uno de los grandes señores del deporte español. Y lo fue del deporte porque también lo era en su vida y en sus gestos. El matrimonio Pujol ofreció al Comite Olímpico Español un almuerzo en el Palacio de San Jaime, sede de la Generalidad de Cataluña. La señora Pujol le habló a Alfredo Goyeneche en catalán. Éste se disculpó: –Lo siento, señora, soy madrileño y donostiarra. Me encantaría hablar catalán, pero no he tenido la suerte ni la oportunidad de aprenderlo–; –entonces, hablaremos en francés–, le dijo la Marta. Guaqui, educadísimo, sin hacer comentario alguno, se incorporó y se ausentó de la comida y de la Generalidad. Y como tenía muy buen gusto y mucho mundo, comió en soledad en el Via Veneto de la calle Ganduxer, divinamente.
Ya era la señora Pujol una independentista faltona, por cuanto su marido era el máximo representante del Rey en Cataluña y toda España se había volcado apoyando a Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos de 1992. Y ya se susurraban rumores y chismes acerca de las andanzas de los niños, los nenes, que visitaban más de la cuenta a los empresarios catalanes que precisaban de favores especiales del Gobierno catalán. O de especiales concesiones. O de decisiones particulares. No hay paralelismo posible. La madre de los Dalton es genial, y la de los Pujol no tiene gracia. Lo de la herencia es el chocolate del loro. La Policía estima en tres mil millones de euros el botín reunido e invertido en paraísos fiscales por los Pujol. Ninguno de ellos ha tenido detrás a Lucky Luke para detenerlos y llevarlos ante el juez. Es más. En Madrid siempre se ha mirado hacia otro lado para no alimentar el victimismo catalanista. «Espanya ens roba», mientras los Pujol, presumiblemente, se llevaban todo lo que podían a los paraísos fiscales y mantenían una severa política fiscal en Cataluña.
He iniciado el artículo con la intención del humor y me ha salido un texto cabreado. El paralelismo y la comparación entre los Dalton y los Pujol es un ejercicio de pésimo gusto. Y el señor Mas, consejero de Hacienda del Gobierno de la Generalidad. Qué tiempos aquellos.
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