César Lumbreras

Los impuestos daneses

En Bruselas, entre los delegados de los estados miembros de la Unión Europea, existía una vieja máxima a la hora de llegar a acuerdos: si en una decisión o en una votación compruebas que vas a coincidir con las tesis de Dinamarca, da por seguro que te estás equivocando. Ignoro de dónde venía este «sambenito» que había caído sobre los pobres daneses, pero era así. Me he acordado de todo ello a raíz del debate que se ha suscitado en España durante los últimos días sobre la subida o la bajada de los impuestos. Y es que el Gobierno de Copenhague ha optado por esto último. Recientemente ha anunciado que suprimirá un impuesto sobre las bebidas refrescantes que estaba en vigor, nada más y nada menos, que desde 1930.

Dicen los daneses que esta medida forma parte de una serie de iniciativas para favorecer el empleo y el crecimiento económico. La supresión total de este gravamen se llevará a cabo en dos etapas, con una reducción del 50 por ciento desde el 1 de julio de 2013 y la eliminación total a partir del 1 de enero de 2014. Es de esperar que en los próximos tiempos, y en cuanto las circunstancias lo permitan, el Ejecutivo de Madrid siga, en este caso, olvidándose de la máxima comunitaria, las tesis de sus colegas de Dinamarca. Y, sobre todo, sería bueno que los gobiernos de las comunidades autónomas, como Cataluña, que pretenden crear un impuesto a este tipo de bebidas se lo piensen dos veces antes de tomar una decisión al respecto. La solución no pasa por aumentar la presión fiscal. En esta ocasión, y sin que sirva de precedente, imitar a los daneses es lo correcto.