César Vidal

Los miserables

De entre la multitud de, no siempre felices, adaptaciones de novelas a la pantalla, «Los miserables» de Victor Hugo es una de las más comunes. Jean Gabin, Liam Neeson, Gerard Depardieu o Michael Rennie han sido, entre otros, el recluso Jean Valjean. En el colmo de la popularidad, incluso hace unos años, su argumento se convirtió en la base de un musical que ahora ha sido llevado al cine y acaba de llegar a las salas de proyección de España. La cinta no es perfecta –el director abusa de los primeros planos y un sector del reparto es discutible–, pero el resultado es absolutamente sensacional. A un verdadero prodigio narrativo, se suma una música más que notable y unas interpretaciones sólidas y convincentes. Con todo, lo que resulta admirable y sugestivo en esta cinta no es en sí la manera en que ha vuelto a narrar la historia de Jean Valjean, de Javert o de Cosette, tantas veces relatada. Lo que verdaderamente resulta conmovedor es que ha reunido de manera afortunada todo, absolutamente todo, lo que resulta de relevancia en la vida de un ser humano. En las distintas secuencias aparecen, entre otras cuestiones, el amor y la ley, el sexo y la codicia, la oración y el perdón de los pecados, la redención y la revolución, la compasión y la familia. A decir verdad, ha conjugado, por un lado, todo el vigor de las revoluciones liberales que buscaban un mundo mejor con una esencia cristiana que no suele encontrarse ni siquiera en las películas de carácter confesional. En la última década, con la excepción de «Amazing Grace», no se ha estrenado una obra donde se recojan con más claridad y a la vez la dependencia del hombre en relación con la Providencia, la posibilidad de iniciar una nueva vida y los valores evangélicos. El relato no pocas veces entra en lo doloroso, lo sórdido e incluso lo terrible, pero logra remontar una y otra vez hasta llegar a un final de los de antes. Cuando aparecen los créditos, es más que posible que el espectador tenga un nudo en la garganta o incluso lágrimas en los ojos. Sin duda también, si aún conserva alguna sensibilidad en su corazón, saldrá con el corazón lleno de buenos sentimientos, como sucedía con las películas de antaño, y es que «Los miserables» nos enfrenta con lo más terrible y sobrecogedor de la existencia, pero también con la esperanza y con la certeza de que no todo acaba aquí.