Francisco Nieva

Los Misterios de Madrid

Si el ministro Wert nada mejor tiene que hacer –después de sus recortazos en educación y cultura–, haría mejor potenciando y reconstruyendo los edificios y lugares de un alto interés histórico-artístico que abundan en Madrid. Muchos de ellos completamente devastados por la especulación y el lucro personal, que todo lo convierte en prosaico y vulgar. Ninguno tan interesante como el local que conocimos durante mucho tiempo como Cine Panorama en la calle de Cedaceros. Este lugar es mágico y extraordinariamente singular. Cambió de nombre muchas veces y pasó de llamarse Salón Madrid a Teatro de los Polichinelas, Frontón Salón Madrid, Teatro Rey Alfonso, Cine Panorama, Teatro Arniches, Cine Cedaceros y Cine Bogart. Desde su origen el local tuvo una «vida airada», porque se dedicó en principio a acoger las artes menores del espectáculo: marionetas, exhibición de perros amaestrados, bululúes de feria, el cuplé verde y sicalíptico, como se le definió, y al que solo asistían hombres porque estaba prohibida la entrada a las mujeres.

En mis buenos tiempos de artista que comienza, yo frecuentaba aquel cine de sesión continua, siempre en penumbra. Se entraba casi a tientas, guiado por la linterna del acomodador, y no podía apreciarse la arquitectura y decoración del local ni en los descansos. Siempre recordaré una película de suspense: «Al caer la noche», interpretada poro Rosalind Russell y Robert Montgomery, que hace un verdadero alarde de sus dotes histriónicas, en un cine psicologista y freudiano que puso de moda Alfred Hitchcock. Igualmente, está muy bien la interpretación de Rosalind Russell, de una belleza serena y estatuaria.

En «Al caer la noche» se establece un género de suspense que consiste en conocer de antemano quién es el asesino, y todo depende de lo que vamos a ver después, de cómo se desarrolla el proceso hasta la detención del individuo. Y así contemplamos, con el corazón en un puño, el azaroso ir y venir de una sombrerera, semejante a un baulito con su cerradura, que contiene una cabeza cortada. No sé por qué aquella película era la más idónea para ver en el misterioso Cine Panorama. Aunque no me interesaba cómo era la decoración de un cine de barrio. Pero aquí estaba todo su misterio y la clave de su importancia.

Al poco tiempo de acudir a aquel cine, noté algo extraño: en general, las butacas en los locales de la capital, los asientos, eran duros y crujientes, pero en aquel no. Apoyándome en el antebrazo de mi butaca noté que estaba tapizada muellemente, de un cuero muy fino y flexible al tacto. No es que aquello fuera inquietante, pero sí enigmático. ¿Cómo se entiende tanto hedonismo de clase en un lugar tan popular? Resultaba delicioso arrellanarse en aquellas butacas de club anglosajón.

Todo son gratos recuerdos a mi edad. Y nada tan grato como la revelación que me aguardaba, definitiva y fundamental. Lo que más me ha impelido a escribir este artículo. Véase, pues : Como ya he dicho, no se podía apreciar el conjunto de la sala por tacañería energética de la empresa. Y una vez que se encendieron todas las luces, para obsequiar a cualquier visitante oficial, me quedé pasmado. ¡ Oh, sorpresa! ¡ Oh, maravilla...! Aquel lugar era único y excepcional en Madrid. Algo exquisito y bien fuera de lo vulgar, una joya ignorada. Producto de la última reconstrucción por el arquitecto Luis Ferrero, el cual materializó todo un sueño de carácter ecléctico y muy personal. A esto se le reconoció como «estilo regionalista», caracterizado por la mezcla de elementos arquitectónicos tradicionales. He aquí presente la modernidad según la entendía el siglo XX, bien bailado y taconeado por Ginger Rogers y Fred Astaire, antes de que se manifestara el «art-decó», del que sólo tenemos una muestra en la Imprenta Municipal, sita a las espaldas del Palacio de Santa Cruz, que, a su vez, también fue Cárcel de Corte, lo que justifica los recios barrotes de las ventanas al ras de la calle, pertenecientes a los calabozos.

Es cuestión de exigir al Ministerio de Cultura la puesta en valor y la conservación de un implanto tan emblemático, refinado y fundamental. El interior era espléndido, con sus butacas tapizadas de cuero color oro viejo, los adornos de hierro repujado, el techo artesonado de madera policromada, los zócalos del patio de butacas cubiertos de azulejos de Talavera y la doble escalera de mármol. Véase, pues, cuál era todo el misterio que encerraba el Cine Panorama y después Bogart, formando parte inherente de Los Misterios de Madrid.