Pilar Ferrer

Luz al final del sendero

Conoce muy bien el «terruño», pues cuando consiguió su primer escaño en el Parlamento de Galicia, allá por el año 81, Mariano Rajoy recorría la ribera del río Umia con algunos amigos. En ocasiones, lo hacía en bicicleta, cuando las piernas eran más jóvenes. Ahora, según reconocen algunos de sus íntimos de siempre, como el presidente de la Diputación de Pontevedra, Rafael Louzán, Rajoy prefiere el senderismo. En este verano presidencial, marcado por un turismo rural, sencillo y austero, acorde con sus costumbres, el jefe del Gobierno ha hecho lo que le gusta y con quienes le gustan. Ha sido el suyo un retiro bien escogido, marcado por acontecimientos complejos, llámense Bárcenas o Gibraltar, que a él no le alteran. Su táctica es bien sabida: prudencia y pocos nervios. Estos, que los pierdan otros.

Mariano es hombre de hábitos arraigados, a quien le gusta la normalidad y huye de las estridencias como el agua del aceite. Con su esposa Elvira, sus dos hijos, y su padre, de avanzada edad y por quien el presidente siente especial veneración, se ha refugiado en una pétrea casa alquilada, frente al Monte de Castro y la ría de Arosa.

Las salidas, escasas. Algún almuerzo en el hotelito cercano de Cambados, donde el pulpo y los grelos nunca faltan. Una buena caminata por el sendero de la Piedra con su ya clásica indumentaria deportiva: polo y bermudas comprados en una tienda de Sangenjo, zapatillas y calcetines cortos. Y siempre a cara descubierta, sin gafas de sol, que a Rajoy no le seducen nada. Él es de mirada sutil, a veces oscilante, arriba, abajo y entremedias, como buen gallego que sabe jugar al despiste. En esto es un maestro.

Y hete aquí al presidente con sus cercanos paisanos, Alberto Núñez Feijóo, Ana Pastor, y todo un elenco de políticos de la Xunta y el PP de Galicia, a toda marcha hasta la parroquia de Ponte Arnelas. Un lugar emblemático de esta comarca, cuna de magias y leyendas, donde se funden paisaje y tradiciones. Lugar muy querido para Rajoy, donde precisamente se inicia la Vuelta ciclista a España, deporte que le apasiona y del que fue cronista en otro tiempo. Del duro pedaleo se lo sabe todo. Aquí, entre Ribadumia, Cambados y Vilanova, la historia se remonta al Medioevo, enclave comercial entre la montaña y la costa, arranque del llamado Camino Francés hacia Santiago de Compostela. El corazón de la Galicia profunda, que el «patrón» Manuel Fraga solía recorrer junto a su famosa «Tía Amadora», toda una institución en estas tierras.

Parece que Rajoy está muy ágil y que la distancia hasta Ponte Arnelas la hizo a marcha rápida, poniendo a prueba a los acompañantes. Si bien, en la comitiva, pocos obesos y todos delgados. Véanse las siluetas espigadas de Núñez Feijóo y Ana Pastor. Ya se sabe, la gente del norte tiene porte. A excepción de unos callos que comió uno de estos días, el presidente ha mantenido su dieta: desayuno temprano, con zumo de naranja, una cuajada, y luego, fumarse un puro. El habano que no falle. Comidas sencillas, con un buen queso gallego de postre. Tras el almuerzo, la partida de dominó es obligada. Dicen que juega bien, con astucia, y que encaja el perder. Con retranca.

En este largo paseo por el Umia se le vio relajado, con buen humor. Para rostros avinagrados ya están otros, como el de ese tal Fabian Picardo, que está dando la tabarra, según el propio Rajoy le espetó al primer ministro británico, David Cameron. Pero en fin, los líos ya vendrán a partir del lunes, en que Rajoy se incorpora a su despacho de La Moncloa. No obstante, volverá a Galicia, a la tradicional romería en el castillo de Sotomayor, al fondo de la Ría de Vigo, al sur del río Verdugo, donde el PP siempre inicia el curso político. La agenda es enorme, de alto voltaje. Pero el presidente no piensa modificar su senda reformista. Cree en lo que hace y cómo lo hace. De momento, una calma admirable frente a un veranito convulso. Nada mejor para serenar el espíritu y oxigenar el cerebro que una buena caminata. El presidente lo practica con disciplina. Y ya lo escribió Machado: Se hace camino al andar. Caminante Rajoy, en forma.