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Machado se queda

La Razón
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No sé qué hará finalmente el Ayuntamiento de Sabadell con el informe que ha encargado a un historiador de parte. No sé lo que habrá costado o los favores que se han prometido a cambio. No importa, lo ilustrativo no son solo los actos finales, sino los procesos. Estamos envueltos en una espiral excluyente que amenaza los principios básicos de la convivencia. El poder, encargado de la gestión, se ha autoproclamado en algunos ámbitos en una especie de faro ético de obligado seguimiento. Hay una forma de entender ese poder que se convierte en apeadero moral de los que se dejan llevar. Es el poder el que señala a los buenos y a los malos. El gobernado, convertido en masa acrítica, puede ir tirando con esos asideros básicos con los que agarrarse por la barandilla diaria. El episodio de Saba- dell y su historiador Josep Abad es puro delirio con soporte institucional. El ruido ha provocado la espantada, pero su informe sobre el callejero nos deja algunas pistas que no creo que sean patrimonio exclusivo del «intelectual» de turno. Ha creado el «franquismo» anterior a Franco para situar en esa categoría y perfil a Goya o a Quevedo. No solo pasa revista para su liquidación a personajes, también a los territorios. Propone suprimir, por ejemplo, Albarracín, Murcia o La Rioja, también por ser parte, según Abad, de ese modelo «pseudocultural franquista». Engancha para borrado a Uruguay y a Colombia, dejando libres de mancha a México o Argentina. Lo de Argentina desconozco si por el Peronismo o por la dictadura militar, pero a este historiador «universalista» le vale. Todo se queda anecdótico y estrafalario hasta llegar a Machado. Antonio es calificado de «españolita y anticatalanista». La tuerca de esos juicios morales aquí da la vuelta mortal al garrote vil para ajusticiar toda razón. Machado fue un hombre íntegro, si no nos engancháramos en cada decisión, bien podría ser el poeta de España. Comprensible en sus emociones, en sus argumentos, en su pasión, en sus descripciones. Nunca fue un erudito «bun-kerizado» en sus metáforas. Machado era pueblo. Mantuvo un inquieto diálogo poético con su tiempo y dejó para el futuro. En Colliure, al sur de Francia, una tumba humilde nos recuerda a este «hijo de la mar». Un «murete» de piedra a modo de cabecero y un colchón de piedra por losa guarda los restos de Antonio Machado y de Ana Ruiz, madre del poeta. Un lugar para reflexionar sobre qué nos está pasando y para mirar al pasado como enseñanza.