Iñaki Zaragüeta

Margallo lo tiene claro

La voluntad del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, y, por tanto, la del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, es firme en el asunto de Gibraltar: o se retiran los 70 bloques de cemento o todos, si son más los lanzados al caladero donde faenan los pesqueros gaditanos, o la crisis afectará de lleno no sólo al equipo del mandamás Picardo, sino también al de Su Graciosa Majestad. Lo sabe el «premier» británico, David Cameron, en una tesitura política interna complicada con los referendos de Escocia y permanencia en la UE, y no le interesa internacionalmente añadir el de las Malvinas. España tiene armas para dificultar el futuro gibraltareño, entre otras la batalla legal sobre el itsmo, que se puede ganar y con lo que la soberanía española se iría más allá de la Verja y se comería el aeropuerto, implantación de la tasa de congestión, supresión del espacio aéreo, vigilancia del contrabando, control del blanqueo de dinero y de la fiscalidad, impuestos a los gibraltareños con propiedades en nuestro país...

Desde el Palacio de Santa Cruz se tiende a dar a la moviola y deshacer los desatinos de Moratinos, quien provocó el envalentonamiento del Ejecutivo de la Roca y cuyas consecuencias se padecen hoy. Margallo, mejor dicho, España no va a permitir un diálogo a tres. O a dos (España-Gran Bretaña). O a cuatro (si hay bandera de Gibraltar, también de la Junta de Andalucía), menos aún con el año caliente previsto en 2014 con el soberanismo de Cataluña.

Esta vez, España está poniendo las cosas donde deben estar e, insisto, el Gobierno debe contar con el apoyo de todos. Así es la vida.