Reforma constitucional
Más valer
En su colección de ensayos acerca de las «vidas por oficio», Julio Caro Baroja descubre en el «más valer» la raíz de la rebelión de Lope de Aguirre, vascongado de Oñate, contra el rey de España durante la expedición de los marañones en busca de El Dorado. Más valer, dice Caro Baroja, constituye un aspecto crucial de la teoría del honor por la que batallaron los hombres libres; es decir, los que contaban con algún privilegio. Aguirre, en la carta que escribió a fray Francisco Montesinos, lo dejó bien claro: «Después de creer en Dios, el que no es más que otro, no vale nada»; y Caro Baroja aclara a continuación que este concepto aún pervive «de continuo en boca de los campesinos vascos» cuando emplean la expresión «deusik ez du balio».
El caso es que sobre el más valer se construyó toda una edificación política, de la mano de los fueros vascongados, que hacía de vascos y navarros individuos favorecidos que sólo voluntariamente habían de rendir tributos a la real hacienda o prestar servicio militar en las tropas de España. Ello no estuvo exento de conflictos, pues la belicosidad de aquellos en defensa de sus privilegios resultó proverbial. De todas las escaramuzas, enfrentamientos y guerras, una dejó su huella hasta nuestros días, pues de su resolución habría de derivarse el reconocimiento de «los Fueros de las provincias vascongadas y de Navarra, sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía». El abrazo de Vergara, con el que se simbolizó el convenio firmado en Oñate –otra vez la villa señorial en la que nació Lope de Aguirre– para establecer la paz entre las tropas de los generales Espartero y Maroto, pesa todavía como una losa sobre nuestras instituciones –porque la historia deja, a veces, una carga inexcusable sobre las generaciones futuras–, como revela la disposición adicional primera de la Constitución de 1978.
De ahí han venido los conciertos económicos y los cupos con que vascos y navarros han aparentado contribuir equitativamente a los gastos del Estado durante más de un siglo y medio. De su inveterada situación de privilegio deja constancia hoy en día el hecho de que los gobiernos de esos territorios cuenten con unos recursos por habitante que duplican el promedio de los demás. Es en este aspecto económico en el que se plasma ese más valer que con tanto tesón han defendido en el pasado y siguen defendiendo aún, en especial cuando los votos nacionalistas en el Congreso otorgan mayorías. Un más valer que, sin embargo, debiera ser inadmisible en una sociedad democrática moderna. Pero no es así. Antes al contrario se han visto proliferar, en las regiones ricas, actitudes insolidarias que los políticos han traducido en una pretensión de limitar su contribución a la financiación de las menos aventajadas. El caso de los dirigentes catalanes es notorio; y ahora también el de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Por eso, frente a ellos, sólo nos queda defender el valor cívico de la igualdad.
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