Paloma Pedrero
Matar al perro
Un hombre de Huelva agarró al perro de su madre, lo llevo a la playa, lo amarró a una gran roca y lo abandonó a su suerte. Su plan era que la marea subiría y el animal no podría desatarse y huir. Murió ahogado, muerte terrible. Por casualidad, un ciudadano digno descubrió al perro ya muerto y avisó a las autoridades. Se hicieron fotos, se colgaron en las redes sociales y se desató una campaña para localizar al asesino. Se le encontró, se le denunció y ahora el ministerio fiscal pide once meses de cárcel para el desalmado. Porque hace falta tener poca alma para cometer un acto así. El canallita no tiene antecedentes y seguramente, con lo subdesarrolladas que están las leyes en este terreno, tendrá poco castigo. Pero ese hombre es un peligro público. Un enorme peligro enmascarado de ciudadano normal. Porque, queridos, si no consigues querer a tu perro, no conseguirás querer a nadie. Si además lo maltratas, maltratarás a quien se te cruce en el camino. Si lo matas cruelmente, serás capaz de atar a una roca a cualquiera que te moleste y te irás, esperando a que suba la marea. Si existiera la prevención contra el mal humano, un buen porcentaje de seres deberían estar cumpliendo intensos procesos de rehabilitación. No sé quién decía que las personas lloramos al nacer porque entramos en el mundo de la demencia. No sé si somos tan conscientes, teniendo en cuenta lo poco que lo somos luego, lo que sí sé es que el mundo es una factoría de desvarío. Y sé también que la demencia podemos transformarla, convertirla en locura buena. Ésa que está hecha de rebeldía y compasión.
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