Escritores
Mejor en prosa que en versos de sangre
Se lamentaba un destacado miembro del PNV del error que supone que las víctimas del terrorismo participen en política. Sin embargo, no le parece que sea un error la participación de los verdugos. Es cierto: ocupan escaños, alcaldías y diputaciones, pero sus víctimas deben permanecer en silencio, escondidas, sin mostrar las heridas. No lo ha podido expresar con más claridad. Hasta ahora los muertos permanecían en el basurero de la Historia. Eran un número sin identidad, los matase Hitler, Stalin, Pol Pot, el IRA o ETA. Si se trata de delitos políticos (sí, no son delincuentes comunes, lo que no cambia la consideración moral que tenemos de ellos) es porque existe un pacto no escrito en el que la víctima debe guardar silencio. «El poder procede del cañón de un arma», aseguraba Mao, y sabía lo que decía (provocó 22 millones de muertos entre 1933 y 1945). Reyes Mate ha estudiado este cambio (en «La herencia del olvido») y cómo la memoria acaba siendo una «teoría del conocimiento»: una sola muerte olvidada nos explica la racionalidad despiadada del proyecto político de sus verdugos. Oigo decir con desánimo que ETA ha ganado. No. Huyamos de los desfiles victoriosos al paso alegre de la paz: en un Estado democrático se gobierna en prosa. Sólo se puede vencer con la razón y ETA no está asistida por ella. La razón, la vieja –para algunos– razón ilustrada, es el triunfo de la libertad y de la justicia. Ni han conseguido un país más libre ni más justo. No está en sus manos. Ni han impuesto –como se dice ahora– su relato, que no era otro que conseguir el silencio de los vivos y de los muertos. Un invitado molesto. Una de las pruebas que se ofrece de su supuesta victoria es que no han pedido perdón. Pero ¿por qué insistir en recibir el perdón del verdugo, si basta con la prosa de la Justicia?
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