Rosetta Forner

Mentes jóvenes

La edad está en el alma, no en el DNI. Juventud o vejez no son directamente proporcionales a la edad cronológica (la prueba la tengo en mis padres). Hay quien con 40 años ha tirado la toalla, y quien con 80 se apunta a vivir la vida con la ilusión de un niño. La actitud psicológica con la que cada uno se relaciona con la vida depende del tipo de creencias que decidimos tener: aquello en lo que pensamos es aquello en lo que nos convertimos. El factor determinante no es la edad, sino las ideas con las que alimentamos nuestra mente. Como experta en Programación Neurolingüística, he asistido a predicciones autocumplidas: gente que se vuelve decrépita por el tipo de creencias y actitudes que ha adoptado para sí. Los hay que mueren al poco de jubilarse porque se han convencido de que «no valen nada»: para muchos, no ser productivo, es sinónimo de «no valer». Ergo, se sientan en el sofá y se dejan morir de aburrimiento. Tener proyectos y cultivar la ilusión suponen energía y salud . Estar joven no es lo mismo que tener pocos años. Para estar joven basta con cuidarse –mens sana in corpore sano–. Cuidar lo que pensamos, cómo nos hablamos a nosotros mismos, qué comemos... Nadie debería abandonarse porque tenga «sus años», ni dejar de pensar ni de moverse, pues quien se queda inmóvil se viene abajo (como las casas abandonadas). Sin ilusión, sin motivación, sin cariño, desfallecemos. La edad debe servir para hacer y decir lo que nos apetezca. Por ello, si alguien con más de 65 años quiere ir a la Universidad, que vaya. Si quiere aprender a nadar, que lo haga. Nunca es tarde para ser feliz. El bien más preciado es el tiempo, si vivimos cada día como fuese el último, rejuveneceremos. La alegría de vivir, afortunadamente, no tiene edad. Cada uno tiene derecho a tener la edad que le venga en gana. Por cierto, hay cuatro edades: la del DNI, la de las hormonas, la psicológica y la del alma.