Martín Prieto

Mi amada alcaldesa

He pasado horas deliciosas escuchando a Francisco Umbral el relato de sus paseos nocturnos con el alcalde Tierno Galván parando en bares donde sirvieran anís «Machaquito». El Viejo Profesor era un intelectual democrático que fingió durante décadas una abacial y elegante figura profesoral. Vomitaba de su boca a los jefes del PSOE, y Alfonso Guerra le reputó de revolucionario zoológico al ser la primera víbora operada de cataratas. Sin que ello constituya un juicio moral, Tierno fue un falsario, inventor de su propio personaje, que se disfrazó de anciano a los cuarenta años y hasta se empeñó en haber nacido en Soria para dar lustre a una austeridad algo sicalíptica. Umbral me contaba su desprecio por la clase obrera, y por los vagos analfabetos que estaban haciendo «la Movida» en su nombre. No se mató por Madrid; el que pechaba era Juan Barranco, por mal nombre Juanito Precipicio, pero el VP tuvo un mérito indiscutible: el de ser el primero en dar el pistoletazo de salida de la corrupción política en democracia licitando para el partido la recogida de basuras en Madrid. Lo denunció el concejal socialista Alonso Puerta y desapareció en combustión espontánea. Pero los madrileños le amaban, como se demostró en el espontáneo duelo que le dieron. Otros regidores hicieron mucho más que Tierno por Madrid, pero los castizos somos imprevisibles. Con la comunista de toda la vida, Manuela Carmena, Podemos quiere repetir el fenómeno tiernista con la diferencia de que ella es como tal parece y por culpa de ese comité central instalado en Cibeles la llevan a la ineficiencia y al ridículo: banqueros «aterrados» tras su visita, el Banco público no da ni para tertulias, da de comer a quienes ya alimentaba Ana Botella a domicilio, defiende la educación sexual como si el Dragón de la doncella se opusiera, y pierde el tiempo con una www subnormal que no lee ni la Rita que la parió. Tierno sí que era un malvado.