Ely del Valle
Minuto de gloria
Son ganas de tocar las narices, de molestar al prójimo, de pisar para pedir que no les pisen; el anti vive y deja vivir, que es lo que viene reivindicando, con toda la razón del mundo, el colectivo LGTB al que dicen pertenecer. Sin embargo, esta asociación más que ir por delante, lo que ha hecho es pasarse varios pueblos con ese cartel absurdo, innecesario y ofensivo del beso entre la Virgen de los Desamparados y la Moreneta. Reivindican el orgullo de sentir diferente pisoteando el orgullo que sienten millones de personas por la religión que profesan al tiempo que, no nos engañemos, abundan en el adoctrinamiento catalanista que es en lo que están algunos de los que hoy manejan las instituciones valencianas.
Podrían haber elegido como modelos para el beso de tornillo a Ada Colau y Mónica Oltra o incluso podrían haber pasado a lápiz la imagen de Pablo Iglesias, pero no: el infantilismo sólo les llega para volver una y otra vez sobre una religión que, por lo visto, les tiene obsesionados hasta el punto de que no pueden vivir sin meterle el dedo en el ojo en cuanto pueden.
Confieso que desconocía la existencia de este grupúsculo de aprendices que se creen genios por tirar del recurso fácil de pintarle bigotes a la Mona Lisa y que deben de estar felices al estilo de aquellas pandillas de gamberretes que consideraban una machada tocar los timbres y salir corriendo. Pues vale. Ya les conocemos y ya han tenido su minuto de gloria. Que les aproveche.
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