Ángela Vallvey
Mirada
Uno de los secretos para que la vida resulta interesante consiste en saber mirar. Todo en el mundo a nuestro alrededor se muestra, está dispuesto para ser contemplado, pero pocas personas saben mirar. Mirar es observar, acariciar los contornos de las cosas con los ojos del alma. Quien mira descubre, aprende, se aventura, disfruta, ensancha los caminos de su inteligencia y obtiene explicaciones para su vida. Mirar está al alcance de cualquiera, puede ser una de esas diversiones baratas que tan de moda están en tiempos de escasez. Es la mirada la que nos hace únicos, especiales. Nuestra forma de mirar. El mundo puede que sea igual desde hace milenios, pero las miradas sobre él han sido diferentes, le han levantado el velo a sus enigmas y escondrijos y han ampliado el conocimiento de generaciones. Gracias a la mirada original de los artistas, de los filósofos, de los poetas, vivir continúa siendo una hazaña que merece la pena para el ser humano. La mirada traspasa las formas, cruza las fronteras de la materia, amplía el lenguaje y, por lo tanto, la capacidad del pensamiento. La vida siempre debería ser contemplativa porque mirar es buscar la maravilla y, por lo general, encontrarla. Mirar al sedentario jilguero, que canta a todas horas en el alféizar de la ventana y que anda encaprichado con su pareja, y aprender que los animales también buscan obsesivamente estar en compañía. Mirar la parte de la noche que nos regala el cielo por encima de nuestras cabezas. Mirar el surtidor, la pérgola en el parque. El cuarto de las herramientas. La forma de la boca del hijo pequeño. La rocalla, el espliego. Los coches mojados por el agua de lluvia. Saber ver, saber mirar. Recordar lo que se ha visto. Y aprender de todo, con paciencia.
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