Julián Cabrera
Mister látigo
Probablemente sólo un PSOE liderado por Alfredo Pérez Rubalcaba podía garantizar un acuerdo con el Gobierno para ir de la mano ante los miuras que toca torear en el inmediato contexto europeo. Pero en el acuerdo Rajoy-Rubalcaba subyace una doble confluencia de intereses que supera claramente las diferencia de carril a propósito de las políticas de austeridad frente a las del endeudamiento: de un lado, con comicios europeos a la vuelta de meses, populares y socialistas pueden ver roto el bipartidismo en favor de opciones menos ortodoxas y con el consiguiente quebranto al proyecto europeo por un supuesto voto gratuito de castigo. Por otro lado, nada como tener enfrente a Angela Merkel:
Es cierto que Alemania sigue siendo, –aunque menos– la locomotora de Europa, pero eso requiere de un liderazgo político que en otro tiempo sí tuvieron los Kohl, Brandt y Schmidt y del que hoy se adolece en Berlín. Ahora resulta que decisiones como las de los consejos europeos o la dinámica de la propia Comisión dependen de la última palabra del Tribunal Constitucional germano a la hora de avalar rescates o compra de bonos soberanos a cargo del BCE.
En ninguna letra pequeña habíamos visto que el TC alemán tuviera la última palabra sobre el futuro del euro, tampoco que las primas de riesgo y mercados estén casi exclusivamente pendientes de las elecciones de septiembre en un país cuyos medios de comunicación y opinión pública entienden su liderazgo europeo culpando a los manirrotos holgazanes del sur de todos sus males. En los 70 un entrenador llegado a nuestra liga también apellidado «Merkel» se ganó el apodo de «Míster látigo» porque hacía subir corriendo a los jugadores la grada hasta que echaban el bofe. Max Merkel trataba a estos bajitos como bestias de carga, pero al menos con él el Atleti ganaba ligas.
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