María José Navarro
More tea, Maggie?
Se ha muerto la Thatcher y en las islas la gente se ha vuelto a dividir. Los británicos, ceremoniosos e incapaces de descomponer la figura, han tirado esta vez por la calle de en medio y no disimulan ni su pesadumbre ni su jolgorio. Los partidarios no están escatimando en halagos para glosar su figura, incluso por encima de sus posibilidades. De la de sus partidarios, digo, porque ella ya sabemos que era de las de no parar mientes. Sus detractores, sin embargo, lo están pasando pipa gracias, entre otras cosas, a los zapatos de bailar a los que invitan todos aquellos músicos que la colocaron en sus dianas y a los cineastas que criticaron con dureza su gestión. Si hay que medir a las personas por el peso de sus enemigos, habremos de concluir que la buena señora fue de armas tomar. Es más, desde sus tiempos de ministra de Educación, ya inspiró alguna letrilla donde se ponía a caldo aquella idea suya de quitar la leche gratuita en los colegios. Puede que Cameron esté imponiendo reformas mucho más duras y más rápidas, pero jamás habrá tantos himnos anti-conservadores y tan buenos como entonces porque jamás podrá considerarse este primer ministro un adversario de aquella altura. Elvis Costello, Morrisey, The Specials, Public Enemy,The Blow Monkeys, raperos, punkies, mods..., todos fueron en su contra sin remilgos, con los términos más ásperos y deseándole lo peor. Impensable en España. Hasta aquellos parados de Sheffield, sin empleo por culpa de la salvaje reconversión industrial de Maggie y que Peter Cattaneo retrató en Full Monty, serían incapaces de reconocerle el valor de asumir, sin mover una ceja, toda aquella furia creadora. Y sin perder el vigor de su laca, que ésa es otra.
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