Julián Redondo
Muescas
Ancelotti alinea a Isco cerca de Kroos. Es una declaración de intenciones: ha logrado que el fútbol del Madrid convenza y, a ratos cada vez más largos, entusiasme. El malagueño forma parte del guión de este éxito contrastado y la lesión de Modric no interfiere. Persiste la idea de fomentar al espectáculo y sería contradictorio prescindir de un jugador tan imaginativo y competente como Isco. En el Madrid la calidad es seña de identidad, como las escopetas en Eibar. Frente a este solvente líder de la Liga, al voluntarioso y disciplinado «conjunto armero» no le alcanza con la entrega kamikaze. Corre, presiona, intenta mantener los marcajes, pero la calidad del contrario ahoga sus mejores intenciones. Una vez chocó con Casillas cuando imaginaba el gol, una vez. Y era cuestión de minutos que lo encajara. El Madrid es mosca cojonera que utiliza armas de destrucción masiva. Tiene potencial para ello. Ataca, insiste, no necesita el embotellamiento para desembocar en el éxito. Toca lo justo cuando el campo y el rival desactivan la filigrana. Es un peligro latente, amenaza constante que ni el éxodo que producen las selecciones ni los efectos secundarios que provoca la diáspora de la UEFA y de la FIFA le atribulan. Tiene coraje y fútbol para combatir en todos los frentes. Y suerte. El 0-1 de James nació en fuera de juego. La jugada era discutible en la primera toma e irrefutable en las siguientes: el «offside» de Benzema y luego de Cristiano precedió al remate del colombiano. Antes del descanso, Ronaldo, voraz como una piraña del Orinoco, añadió a su colección de muescas la del Eibar. Marcó también de penalti, después del 0-3 de Benzema. Es tal la diferencia entre estos equipos que ni el lastre de la masiva convocatoria internacional equilibra el enorme desnivel.
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