Toni Bolaño

No en mi nombre

Un amargo despertar. Artur Mas y sus veleidades soberanistas, construidas sobre una irreal historia que apela a los sentimientos y margina a la razón, se han dado de bruces con la realidad. La Comisión Europea ha dicho no a una Cataluña independiente. El presidente catalán ha descubierto que la tesis de Francesc Pujols de que «los catalanes son seres de excepción por el hecho de ser hijos de la tierra de la verdad» sólo tiene recorrido hasta la frontera de La Jonquera. Es más, habrá que esperar a que «llegará un día en que los catalanes, por el simple hecho de serlo, iremos por el mundo y lo tendremos todo pagado».

Cataluña, nuevo estado de Europa, parece que tendrá que esperar al pairo si alguna vez consigue la independencia. Tampoco está nada claro que la ONU le abra las puertas de par en par como auguran los dirigentes nacionalistas. El estado 194 es sólo una quimera.

La crisis económica, la crisis política y la crisis social han servido de caldo de cultivo para que muchos ciudadanos de buena fe crean que la solución pasa por la independencia, pero la respuesta internacional ha sido todo un jarro de agua fría que exige de nuestros dirigentes tocar de pies en el suelo. Ciertamente, Cataluña está siendo maltratada por el sistema de financiación y desde ciertos sectores se pone en tela de juicio su diversidad y su cultura. La solución no es un centralismo de nuevo cuño pero tampoco es esa secesión que se construye reescribiendo la historia y mintiendo con el España nos roba. Es posible un nuevo encaje entre Cataluña y el resto de España desde el respeto a la diferencia y el equilibrio financiero.

La realidad, sin embargo, nos dice que Madrid no mueve pieza y el nacionalismo catalán sigue empecinado en los delirios de grandeza. «Ya se cuidará Europa de no hacerse daño» es el ejemplo de la hilaridad de los dirigentes nacionalistas que se han impuesto la independencia como una cuestión de fe. La última ocurrencia es made en Oriol Junqueras, el dirigente de ERC. Ha afirmado que la Cataluña independiente quiere tener buena relación con España. Como muestra de buena voluntad, el nuevo estado permitirá la doble nacionalidad. No se pregunta el señor Junqueras que muchos ciudadanos querrán no tener la nacionalidad catalana. Que querrán ser extranjeros en una Cataluña segregada de España. Que no querrán ser cómplices de una tropelía que los lleva a la irracionalidad internacional. No en mi nombre, por ejemplo.