Alfonso Ussía
No hay color
Tres festejos taurinos sobrevuelan al resto. La corrida de la Beneficiencia en las Ventas del Espíritu Santo. La del Domingo de Resurrección en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Y la Goyesca, en la Real Maestranza de Caballería de Ronda, la de los toreros machos de Fernando Villalón. Por costumbre, la corrida de la Beneficiencia de Madrid se celebra bajo la presidencia del Jefe del Estado, y si el Estado es una Monarquía Parlamentaria, la preside El Rey. El viernes, Felipe VI fue recibido con una ovación unánime cuando apareció en el Palco Real de Las Ventas. Ovación que compartió con el Himno Nacional. Un espontáneo de más abajo de Despeñaperros se hizo oír: «¡Majestá, entre esto y er furbo, no hay coló!». El Rey se ha aventurado ya a formar parte de la liturgia taurina, como su padre, Don Juan Carlos I, El Rey más querido en el mundo de los toros. Me dicen que el propio Felipe VI quedó sorprendido y emocionado por el recibimiento. La última Goyesca de Ronda con Antonio Ordóñez en el callejón, la presidió Doña María, la abuela del Rey, aficionada hasta el esternón, bética y currista. Tuve la suerte de compartir el burladero con Antonio Ordóñez, el doctor Hornedo, eminente oncólogo y el conde de Labarces. José María Manzanares y Francisco Rivera Ordóñez brindaron sus primeros toros a Doña María. No así José Tomás, que hizo maravillas con un torete y pasó de la Condesa de Barcelona, cuando el hecho de brindar un toro a la persona real que preside una corrida no conlleva la renuncia a los ideales republicanos. Hasta Morante de la Puebla, que ha sido tardíamente cegado por el republicanismo de García Trevijano, cumple con la cortesía.
El Rey Felipe es mucho menos aficionado a los toros que su padre, Don Juan Carlos I. Pero estoy seguro de que, finalizada la tradicional corrida, volvió a La Zarzuela mucho más contento y feliz que cuando llegó. En una plaza de toros están presentes todas las ideas políticas y sociales, y más en la de Madrid. Pero antes que las ideas está la afición, y los aficionados al pasmo de la tauromaquia agradecen en los momentos duros y difíciles que hoy sufren los taurinos, el apoyo del Rey y la Familia Real. El torero, que es consustancialmente institucional, por republicano que sea, siempre agradece ver al Rey en su palco, en un balconcillo o en una barrera. Al político lo estima en menor grado. Se cuenta de un subalterno de Juan Belmonte, un magnífico torero de plata, que en la Segunda República fue designado para ocupar un alto cargo en el ministerio de la Gobernación. Preguntado Belmonte por los motivos de tan alto destino de su subalterno resumió en un gerundio el por qué de tan inesperado ascenso político. «Degenerando».
El Rey se había hecho un poco de rogar en los dos últimos años. A la tercera fue la vencida. No se desarrolló el festejo con excesiva brillantez. El cartel era inmejorable.Toros de don Victoriano del Río, un excepcional ganadero de arrebatadora sinceridad, para el Juli, Manzanares y Talavante. «Si una corrida como ésta no sale bien, será por culpa de mis toros». Y así sucedió. El Juli , con una gran faena salvó del calor y la modorra la tarde de más expectación del largo serial isidril. Pero la noticia estuvo en la aparición del Rey en el Palco Real. Semanas atrás, tuvo que soportar la grosería y el insulto de una numerosa manada de fantoches que le mostraron el desprecio de los bestias y nos abuchearon a millones de españoles humillando a nuestro Himno. Esa ovación unánime de un público que ha esperado dos años al Rey dice mucho de la buena educación de los taurinos. Con el respeto y la cortesía vamos a conseguir que el Rey se aficione más a los toros. De ahí, el acierto del espontáneo andaluz del tendido del ocho. ¡Majestá, entre esto y el furbo, no hay coló!
Y no lo hay, efectivamente.
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