Alfonso Merlos
No saben, no contestan
De nuevo la fatalidad, la casualidad, la carambola, la manía persecutoria, la cacería. ¡Pobres socialistas! Ellos nunca por su propio pie. Pero siempre hay mentes perversas que curran con denuedo para meterles en el ajo. Habitualmente jueces o juezas. Pero ellos jamás saben nada porque jamás pasa nada con ellos, haya o no sombra de delitos leves o gravísimos que hayan podido perpetrar.
O sea, que por la regla de tres establecida por los correligionarios del grisáceo Pere Navarro, las fuerzas de seguridad del Estado podrían haber entrado lo mismo en la sede del PSC que en la de Ciudadanos de Cataluña. Y por supuesto, igual podrían haber imputado a la jefa de la caja del partido que al bedel o a las limpiadoras o a un becario que pasaba por allí en los meses de julio y agosto.
Evidentemente no se lo creen ellos ni hartos del mejor cava. El «caso Blanco» muestra –como lo hizo en su día con más vehemencia el «caso Camps»– la necesidad de respetar la presunción de inocencia al imputado. Es así. Guste más o menos. Sin dobles raseros ni hipocresías.
Pero eso es una cosa y otra diferente que las explicaciones de los socialistas sobre el lodazal de la trama de espionaje de Método 3 hayan convencido, que no lo han hecho ni de lejos.
En su respuesta a los registros está el retrato de lo que pueden ocultar por lo que han podido hacer. Demasiadas vaguedades, proliferación de medias tintas, abuso de la patada a seguir. ¿Éstos son los que quieren colaborar con la Justicia? ¿Éstos son los que quieren rapidez en el proceso?
O disimulan demasiado bien o confunden la velocidad con el tocino. O tienen más miedo que hambre por lo que pronto pueda trascender. Simplemente.
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