José Luis Alvite
Noche con gabardina (I)
Apoyado en la barra del bar, un tipo bien trajeado tomaba notas de madrugada en un cuaderno. «Un día perderé la memoria –me dijo– y con estas notas podré reconstruir mi pasado. Tengo docenas de cuadernos como éste, escritos todos por mí. Anoto cada cosa por pequeña que parezca, incluso lo que pierdo de hacer por culpa de escribir en el cuaderno. Anotaré que esta noche estuve hablando contigo, aunque no sepa quien eres». Al otro lado de la barra del bar bebía con calma un tipo abrigado con una gabardina tan sucia que parecía recién salvada del fuego con un manguerazo de lodo. Yo estaba en medio de los dos. Sin mirarme siquiera, el tipo de la gabardina sucia se dirigió a mi: «¡Bobadas! Ese tipo del cuaderno sólo dice bobadas. Arrastra su vida en un cuaderno como si fuese un puto contable. Seguro que se corta el pelo en la pastelería. Fíjate en mi gabardina. Mi gabardina no miente. Es mi memoria y mi conciencia. No hay en ella una sola mancha que no produzca placer o insomnio. Mi gabardina pudre el jabón, amigo. La llevaba puesta cuando rompí con mi chica y cuando maté a aquel tipo por el que discutimos. Hay más vida en esta jodida gabardina que en todos los cuadernos del puto contable». Le dio un trago a la copa y levantó la voz: «Eh, tú, el de las libretitas! Te diré algo: La autopsia de mi gabardina diría más de la vida de un hombre que todas esas mariconadas que anotas con tu jodida letra de sastre. Esta gabardina ladraría al plancharla. ¿Me escuchas, señor contable? ¿Cómo es que te has alejado tanto de la oficina, colega? Tienes una letra demasiado buena para haber llevado una vida interesante. La vida de verdad es ciega y escribe con manchas». «Tengamos la noche en paz», intervino el barman. «Tranquilo, patrón. No mancharía de fresa mi jodida gabardina».
✕
Accede a tu cuenta para comentar