Cástor Díaz Barrado
Normalidad en Afganistán
No es posible decir, ni mucho menos, que Afganistán haya alcanzado la normalidad ni en las relaciones internas ni, tampoco, en su proyección en la escena internacional. Desde hace mucho tiempo y, por lo menos desde que en 1979 la Unión Soviética invadiera este Estado, la situación afgana se ha hecho cada vez más difícil y convulsa, llegando, incluso, a un periodo en el que se estableció un régimen talibán que, a todas luces, suponía una grave violación de las normas que rigen el ordenamiento jurídico internacional y, en particular, los derechos humanos. No se puede decir que la situación afgana es normal, pero sí que se ha avanzado decisivamente hacia la normalidad en los últimos años, aunque siempre esté pendiente el peligro de la involución y la posibilidad de que se deshaga todo el camino andado. En todo caso, la ayuda extranjera ha sido un factor decisivo para estabilizar un país en el que se han producido tantos conflictos y que guarda el germen de futuros enfrentamientos que es preciso prevenir. No se puede negar que los afganos, en su conjunto, no desean en modo alguno volver a tiempos pasados y, con todos los matices que se quiera, aspiran a proclamar el valor de la democracia. La participación en las recientes elecciones y las condiciones en las que se han desarrollado, hasta ahora, reflejan un cierto éxito a pesar del entorno en el cual tienen lugar y las condiciones que siempre definen a Afganistán. La retirada de tropas extranjeras del territorio afgano debe ser progresiva y, ahora más que nunca, hay que asentar las instituciones del Estado. Éste es el mejor momento para que se consolide la paz en Afganistán y para que se afiance un futuro con cierta estabilidad. La comunidad internacional no debe confiar ni despreocuparse de la situación afgana. La presencia extranjera no debe prolongarse en el tiempo sobre el territorio afgano pero, tampoco, debe precipitarse el repliegue ni debe producirse un abandono de los compromisos que buena parte de los estados que conforman la comunidad internacional han asumido en esta área del planeta. Afganistán no se sostiene por sí mismo ni sería capaz de repeler el retorno de los talibanes o evitar la desintegración del Estado si no contase con la ayuda externa. Habría que hacer todo lo posible para que Afganistán tuviera autonomía y, sobre todo, capacidad para hacer frente a sus propios problemas. Para ello, precisa, durante algún tiempo, de la colaboración internacional pero, también, de una evolución profunda de la sociedad afgana.
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