Alfonso Merlos

Nuncaes tarde

Ni ultimátum ni presiones ni amenazas ni órdagos. La Justicia en España no actúa en modo macarra. Al contrario. Son los delincuentes, los malhechores del más diverso signo los que provocan que los tribunales pongan negro sobre blanco lo que toca. Y aquí es claro. Los símbolos nacionales tienen su peso, su valor y su significado para todos los ciudadanos. Y son éstos los que han de ser salvaguardados. Porque así lo establecen la Constitución y las leyes que la desarrollan.

No hay debate ni discusión ni polémica. Lo entienda o no el señor Garitano. Este tipo tiene todo el derecho a ser independentista, claro que sí; y de extrema izquierda, también; incluso a ser proetarra, porque defendiendo esta repugnante posición ideológica ha tocado las instituciones y nadie se lo ha impedido (¡qué disparate, por cierto!). Pero lo que no puede este individuo es pisar aquellas disposiciones que regulan lo que tiene que hacer, por ejemplo, con la bandera de España, que es bien sencillo.

La constelación Bildu-Sortu-Amaiur está en lo de siempre: desafiar a las víctimas del terrorismo, al propio ordenamiento que regula nuestra convivencia; está en golpear todo aquello que nos une para acentuar lo que mínimamente nos separa. Es su método, su equivocación; es la raíz de su ceguera ética. Y no se trata de darles un escarmiento a estos gamberros. Se trata de señalarles cuál es el único camino posible en democracia, que no es otro que el de rendir el más elemental respeto –incluso con la nariz tapada– a nuestras enseñas. Pero ya lo señalaba nuestro colega Joseph Pulitzer: «El coraje moral es la cosa más difícil de enseñar del mundo». Intentarlo con los cabestros de ETA sería perder el tiempo. En serio.