Podemos

Objetivo: ganar la batalla del desgaste

La Razón
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Cualquiera que haya seguido a Podemos en los últimos tiempos habrá quedado, cuando menos, asombrado ante algunas confesiones de Pablo Iglesias en privado, del estilo de «la política debería ser otra cosa», «estoy desencantado» o «volvería ahora mismo a la Universidad». Es cierto que, desde su fallido «sorpasso» del 26-J, y hasta hace poco, el líder emergente se ha movido en la melancolía. Sus últimos gestos, en cambio, han devaluado esas insinuaciones de rendición, siempre «off the record». Basta ver su deriva autoritaria frente a Íñigo Errejón para llegar a la conclusión de que hay Iglesias para un rato más.

Y ello a pesar de haber perdido la confianza de muchos de quienes estuvieron a su lado en la fundación del partido. Su círculo se reduce a los dedos de una mano. «Amistad y política no siempre parecen factibles»: la frase ha sido lanzada en alguna ocasión por Manolo Monereo, referente intelectual de Iglesias. Pues sí, eso parece. Los cuchillos no han podido guardarse ni en campaña. Iglesias necesita oxígeno. Vender un éxito en las urnas. Él, personalmente, tiene sus esperanzas puestas en este 25-S. En Galicia, creen que En Marea puede superar al PSdeG y dejar muy tocado a Pedro Sánchez. El triunfo podemita sobre el PSE sería mayor en el País Vasco. No como para superar al PNV, pero sí como para robar muchos votos a nacionalistas y socialistas. Evidentemente, los resultados de las generales, en las que Podemos ganó en esa comunidad, no pueden extrapolarse a unas autonómicas. Aun así, Iglesias confía en la implantación de sus siglas y en el efecto de la candidata Pilar Zabala. De cumplirse sus expectativas, podría irse a dormir con el cuchillo preparado para lanzarse contra los errejonistas en la renovación de órganos. Empezando por Madrid, donde está el meollo de la batalla.

La extensión de la guerra tendrá como meta Vistalegre II, el congreso que se baraja celebrar a principios del próximo año. Los resultados gallegos y vascos pueden convertirse en un buen dividendo que reafirme a Iglesias como el guardián de las esencias podemitas, dique de contención del «socialdemócrata» y «blando» Errejón. Eso, en clave interna. Porque, de cara al exterior, obtendría la deseada legitimidad para mirar de «tú a tú» a Sánchez y redefinir el acuerdo al que quiere llegar con el PSOE: «Un pacto de gobierno». Es la pretensión que despacha en sus últimas intervenciones, en contra de otros dirigentes de su partido más propensos a colocar una alfombra roja a los pies de Sánchez. A ver con qué cara, llegado el caso de que Galicia y País Vasco se conviertan en el particular laboratorio de desgaste del socialismo, Sánchez sigue mirando a Iglesias por encima del hombro. Aquel dardo del secretario general socialista el 26-J, aquel «que Iglesias reflexione», se le volvería en contra como un bumerán.