Ely del Valle
Obsolescencia programada
Comienza el sprint final de las elecciones andaluzas que en esta ocasión tienen más interés que nunca porque al ser la primera de las muchas que se van a celebrar este año servirá como banco de pruebas para que veamos, más allá de lo que dicen las encuestas, si el bipartidismo está efectivamente de capa caída y hasta dónde llega la fuerza de los nuevos partidos.
De momento, y con la campaña oficial recién estrenada, parece que las aspiraciones de Susana Díaz de gobernar sin cargar con la mochila de un socio incómodo no sólo no se van a hacer realidad, sino que empeoran. Divorciarse de IU para matrimoniar con Podemos es salir de Málaga para caer en Malagón y, como opción, dice poco de la visión política de la presidenta.
La otra posibilidad, es gobernar en minoría. Esto es algo factible por lo menos hasta que llegue el día en que pretenda aprobar los presupuestos de 2016 y se encuentre de frente con la alianza Podemos-IU reivindicando la cultura okupa y a un PP que, aunque jibarizado a niveles de partido bisagra y habiendo (se supone) superado el patinazo de haber elegido un candidato con tan poca chicha que en cuanto se sienta no puede evitar mimetizarse con la tapicería del sofá, también le puede dar su correspondiente ración de vinagre.
Claro que para entonces quién sabe por dónde andará doña Susana, si por los cerros de Úbeda o, como Machado, por los campos de Castilla. Lo único que puede justificar su remango para convocar elecciones es presentar su victoria, aunque adolezca de holgura, como aval para cruzar Despeñaperros. Y si no, siempre le quedará la opción de abonarse a modalidad de legislatura con obsolescencia programada de la que es tan amigo Artur Mas y convocar elecciones de nuevo dentro de doce meses. Total, ya metidos en harina...
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