Debate de investidura
Oposiciones al matadero
Lo de Sánchez lo entiendo. Se trata de forzar a Rajoy a chapotear con los nacionalistas, por si salta la liebre y allá por septiembre cuaja la desquiciada tesis de que hay una «opción de izquierdas». Cuando desde el PSOE se repite como una letanía que las elecciones del 26-J arrojaron una mayoría de derechas y que el líder del PP debe moverse para cerrar acuerdos con sus «afines ideológicos», lo único que busca el equipo de Ferraz son coartadas. En la práctica, como queda patente en ayuntamientos y comunidades autónomas, están mucho más cerca políticamente los socialistas de los independentistas catalanes y vascos, incluyendo a PNV o CDC, de lo que están los populares.
Exigir a Rajoy que se manche en una negociación con ellos sólo esconde el propósito de tener un subterfugio mediático por si llega el improbable momento en que Sánchez necesite de ellos para llegar con Podemos a los 176 escaños. No caerá esa amarga breva, pero ya les puedo decir cuál sería el argumento: «Si Rajoy intentó pactar con ellos, no hay razón por la que nosotros no lo hagamos». Además, en la feroz negativa del PSOE a cualquier apaño con Rajoy, juegan la necesidad de posicionarse para ser oposición, fobias y el antojo de verle fracasar en la investidura, para que Sánchez no pase a la historia como el único que se la pegó tratando de alcanzar la presidencia.
Todo esto es incompatible con el rechazo, aparentemente firme, a ir a unas terceras elecciones, pero la realidad es que la pérfida y a la vez pueril actitud del PSOE hasta tiene cierta lógica. Lo que no hay cristiano que entienda es lo de Ciudadanos. O Rivera es un genio y esconde en la manga una baza mágica, que le permitirá pegarle un vuelco al tablero en el último segundo, o conduce a su partido al abismo.
Aunque tengan sólo 32 diputados, es difícil imaginar otras circunstancias tan favorables como estas para que Ciudadanos pueda jugar el papel para el que nació y al que teóricamente aspira. Tiene en su mano convertirse de facto en ese partido bisagra que libre a España del pringoso chantaje de los nacionalistas y a la vez regenerar la vida política, aportar aire fresco, impulsar reformas y salpicar el Gobierno de caras nuevas. Para todo eso, Rivera no necesita esperar a que Rajoy le haga ofertas: basta dar un paso adelante, sentarse en la mesa y exigir.
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